La
arañita en el frío
(Cuento publicado por revista Co.incidir Mes Septiembre 2017)
Autora:
María Alejandra Vidal Bracho
Una arañita, que
habitaba en una gran casa antigua, trabajaba siempre en un mismo rincón, sitio
en el cual, tejía con esmero y primor una tela suave, que cubría cada día, poco a poco, la esquina. Ella estaba en paz con su faena y su tejido
progresaba y progresaba. Todo marchaba
en una rutina laboral, normal; quizás no
perfecta, porque siempre aparecían otros insectos con diferentes intenciones e
intereses, pero se podía decir que su
vida, estaba impregnada de una felicidad tradicional y sin mayores sobresaltos. Este rutinario panorama se vio interrumpido
durante un gélido invierno, en que la arañita, comenzó a sentir un frío
insoportable, que impedía a sus patitas la movilidad adecuada, para realizar su
trabajo. Sus patitas congeladas, a más
no poder, la llevaron, sin dudar, camino a una casa encantada, en la cual, ella
tenía un fiel amigo muy especial. Él era
un curandero afamado, que preparaba pócimas balsámicas y mantenía una constante
comunicación con la sabiduría, la cual era para él, su gran amiga y mejor
maestra. Cuando la arañita logró llegar
a visitarlo, llevaba sus patitas entumidas y le solicitó que la ayudara para
remediar esta situación tan desagradable que le impedía trabajar y disfrutar de
su acostumbrado rincón, para ella tan personal.
De inmediato, el experto sanador, examinó a la arañita, comprobando la incómoda
situación. Sus patitas estaban tornándose
azules, por el frío, lucían muy frágiles y desfallecían perdiendo la fuerza. El curandero, preparó de inmediato, un
prodigioso, ungüento, a base de hierbas, que se hallaban en su propio huerto, y luego de frotar las
heladas patitas con él, las envolvió en nobles vendas humedecidas en buena
voluntad y fe. Además decidió escribir una misiva, dirigida al benévolo
Sol. En este mensaje, él le explicaba al,
magnífico, astro Rey, sobre el grave
problema que aquejaba a la arañita y le solicitaba que, por favor, enviara un
rayo exclusivo, para ella, a fin de lograr entibiar sus entumecidas patitas.
El Sol, en su
trono dorado, recibió el mensaje y de inmediato, dispuso los arreglos
necesarios para enviar, sin demora, un rayo en comisión especial, designado
sólo para acompañar a la arañita. El
rayo de Sol, voló sin retrasos hasta la casa en que ella vivía y se posó alumbrando certeramente el rincón en
que trabajaba. La arañita, después del tratamiento de
ungüentos y vendajes, junto a la compañía del calor, que el rayo de Sol
proyectaba, comenzó a mejorar en forma evidente. Sus patitas trabajaban sin descanso y a buen
ritmo, tejía con alegría su tela amada. Sintiéndose muy agradecida, por la
intervención de su buen amigo curandero,
decidió que tejería para él un par de guantes, que cubrieran sus sabias manos,
para aislarlas, igualmente, del frío del invierno. Entonces, ella tejió, con premura, mezclando
amorosas hebras de lana, con hilos de cariño y aplicaciones de agradecimiento,
unos mitones de encendido color, intentando atrapar algo del rayo de sol para
su querido amigo, que estaba pronto a celebrar un nuevo cumpleaños. Así, en Agosto, la arañita con su labor
terminada y envuelta en papel de regalo,
salió, muy contenta,en su búsqueda, para saludarlo en la fecha marcada: día
nueve, en el calendario. Como siempre,
lo encontró rodeado de medicinas y atribulados pacientes que hallaban, en él, no
sólo la curación, para sus cuerpos desmejorados, sino que descubrían también, toda
su comprensión y, toda su generosidad, bellas cualidades que tapizaban
espesamente, el jardín de su delicada alma, de lado a lado.