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martes, 2 de mayo de 2017

Abrigos Azules





Abrigos Azules

Autora: María Alejandra Vidal Bracho

(Publicado en Revista Co.incidir Mayo 2017)

Abrigos azules, poblados por ojos curiosos y cabellos largos  al viento, caminan por las calles, llenos de júbilo e impregnados de mocedad.  Para ellos,  la vida es sólo hoy.  Animosos pies  los conducen de un lugar a otro, y no les importa nada y a la vez, les importa todo. Mucha nobleza y alegría conjugada dentro de estos  ágiles abrigos.  Ansias de experimentar y de concretar quimeras  que viven perfumadas a  un mañana exitoso, que será, por supuesto, libre de obligadas fechas de entregas e ineludibles exámenes.  Ellos, generosos envuelven, con decisión, a la maravillosa semilla que promete, como en el hanami, el más bello cerezo en flor.

Lamentablemente, al igual que el hanami, esta efímera etapa, se va con gran rapidez.  En algún lugar del camino, los abrigos se cansan; se desprenden de sus aliados cabellos, se niegan a seguir siendo llevados por los mismos pies y huyen a esconderse en el más oculto baúl.  Los sueños transmutan convirtiéndose en días iguales, pesados sin ilusión.  La mirada de los ojos, antes imprudente, se vuelve predecible, sin novedad alguna que atisbar.  La energía abrigada, con tanto primor, por los bellos abrigos azules, queda inerme ante  destinos lapidarios, obcecados en vivir sin aventura. 

Pero, ¿quién fabrica estos destinos?, ¿quién permite el cisma entre los abrigos azules, los cabellos al viento, la mirada dulce y vivaz, la alegría y la juventud? Posiblemente, la energía ante el primer descuido, es convencida por paradigmas taxativos y tácitos, acerca del irremediable cambio que lleva desde un mundo de promesas vivas, a un mundo de promesas muertas e ilusiones perdidas. Como por encanto, se apagan las miradas y los pies olvidan las ansias de conocer nuevos senderos. 


Entonces, ¿qué queda por hacer?, ¿se podrá revertir la situación?  Quizás es cuestión de pensar, de meditar profundamente, intentando conseguir  recordar, en qué momento y en qué lugar, nuestro propio abrigo azul, quedó guardado.  Si lo logramos, deberíamos ir por él, al encontrarlo, probar si aún la talla nos queda;  si no es así, salir en la búsqueda de ayuda.  Un buen sastre, una gran costurera, alguien especialista en componer prendas de este tipo y recuperarlo.  Volver a cubrir nuestro cuerpo con él y así, en un trance mágico, llenarnos nuevamente de alegría y juventud.  Reencontrarnos con el cabello al viento y feliz, con la mirada indiscreta, con la ilusión de vivir.  No importa el tiempo, porque si bien es cierto que el tiempo no retrocede, lo bueno es que tampoco avanza.  El tiempo, para nuestra gran suerte, vive desplegado en su infinita totalidad.  El tiempo sólo es, sólo está.