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viernes, 7 de diciembre de 2018

Autorretrato para Revista Sensini

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Autorretrato para revista Sensini

Y cuando yo muera, ¿quién le arreglará su reloj?




Y cuando yo muera, ¿quién le arreglará su reloj?
Autora:  María Alejandra Vidal Bracho
Publicado en Revista Co.incidir No.58 Diciembre

Si viajo, mentalmente, unos treinta años desde este momento hacia mi pasado, encuentro entre mis recuerdos a Don Eusebio; un señor mayor muy formal, tanto en el trato, como en el vestir; todo un caballero adornado de horarios precisos y modales perfectos.  Su oficio de relojero lo mantenía vivo y feliz.  Nadie ha amado tanto, en este mundo,  a los relojes como él.  Ataviado de su monóculo contaba los rubíes, apreciaba el mecanismo, movía los ejes y era capaz de grabar, hasta dentro del más pequeño, la fecha  en que había sido atendido por sus sabios dedos. Sus ojos, dueños de una mirada inteligente, aguda, limpia y gentil, contemplaban embelesados cada pieza del reloj averiado, para luego, certeramente, diagnosticar el problema y decir cómo iba a solucionarlo.  Por eso, cada vez que el mío dejaba de funcionar yo corría hasta su casa, que era además su taller  y él, de inmediato, lo abría, lo revisaba y resolvía internarlo, por unos días, para recibir sus cuidados.  Un arsenal de pequeñas herramientas adornaba su mágico lugar y así, flanqueado por diferentes, diminutos y misteriosos instrumentos, siempre me decía lo mismo: “y cuando yo muera, ¿quién le arreglará su reloj?”
La verdad es que los relojes son eternos compañeros.  Miden la duración de los momentos; miden el tramo de tiempo que ocupamos, mientras respiramos en este plano de la vida.  Siempre insisto con lo mismo: “El tiempo no pasa”.  El tiempo es, solamente, una ilusión y lo que medimos, en realidad, es nuestra existencia en relación con los hechos experimentados.  El reloj y su tic tac, aunque creamos que no tenemos uno, sí que lo tenemos, sí está, sí existe y es nuestro corazón y sus latidos que emulan, perfectamente,  al  tic tac del reloj convencional.  El corazón es nuestro verdadero reloj, porque inicia su cuenta en el momento en que ya estamos biológicamente completos, dentro del vientre materno y día y noche marca sin parar; no interrumpe ni paraliza su labor,  y cuando lo hace, cuando se detiene, muchas veces, es porque ha llegado la hora indiscutiblemente  fijada, para iniciar el viaje  de retorno que nos llevará de vuelta hacia el misterio del éter y, si es así,  ya ni siquiera  un maravilloso Don Eusebio, será  capaz de lograr recomponerlo, porque el tiempo pactado en este plano es finito y, esto,  debemos recordarlo ahora y siempre. 

Fotografía












Fotografía
(Reflexión publicada en Revista Co.incidir No.57 de Noviembre)


Autora: María Alejandra Vidal Bracho


No es la cámara, es tu visión;  es la artística, crítica, denunciante  y  reflexiva conciencia que invade a tus ojos.  Otros quizás no ven, lo que tú has visto: la belleza, la locura, el pecado, la alegría, la frescura o el terror que puede imperar en el eterno y cambiante  ahora; realidades diversas, que están delante de todos, pero que, a veces, sólo tu cerebro lee.  Ese frágil momento alcanzado por tu lente, el certero disparo  de la cámara fotográfica y has grabado un segundo del tiempo; se lo has quitado; atrapándolo en una imagen que, en esencia, logra detener, al perpetuo cambio que se da en la eternidad.  La copa de un árbol que danza en los brazos suaves de la brisa, o el árbol cercenado que llora en el suelo;  el brillo de una piedra acariciada por un generoso rayo de sol, que ha venido a visitarla, o la dureza de su cuerpo cuando es arrojada a un ser indefenso.  La mirada profunda y dulce  del amor y la del miedo insondable en tiempos de dolor.  La innegable belleza de la ropa limpia, colgada en un sencillo cordel;  la espuma coqueta en la oscura taza de café, o bien, el color del hambre y del frío invadiendo despiadadamente el espacio, sin misericordia y sin señales que indiquen un pronto y positivo renacer.
La fotografía, también, se ha arrogado la misión de mantener la cordura de la historia del mundo, entregando respuestas y pruebas de acontecimientos. La fotografía no se inventa, se descubre, porque ella, recuadro a recuadro, enmarca a la vida. Una vida con tiempos de paz y con tiempos de guerra, con heridas cerradas  y otras eternamente abiertas.   Con  momentos y sentimientos de variados estilos, que se quedan para siempre estáticos en la  imagen capturada y luego fijada  sobre alguna superficie dispuesta a custodiarla.   Y detrás de la captura, el mejor cazador de momentos, el fotógrafo.  El fotógrafo que provisto de unos ojos curiosos y atentos, va por los caminos de la existencia armado de cámara, atención, sensibilidad  y talento y que, ante todo, es un pintor, sin pinceles ni lienzos, pero con la capacidad de reconocer lo que es importante, ya sea para apreciar la belleza, probar algún hecho o, simplemente, fotografiar algo que será, para más de alguien, un delicado, amado y respetado recuerdo.

Fin


El gato GG






















El gato GG
Autora: María Alejandra Vidal Bracho
Cuento Publicado en Revista Co.incidir Octubre 2018

Todo estaba en orden en la vida de GG. ¿No sabes quién es él? GG es un gato intelectual, escritor y gánster.  Es conocido en el pueblo como GG.  Una G por gato y la otra G, por gánster.  El apodo de gánster se lo ha ganado, porque a él lo envuelve el misterio y la reflexión; le gusta dar largos paseos por techos y calles y nada lo amilana, si siente la obligación  de rescatar un texto ante la presunta desgracia de ser destruido, abandonado u  olvidado.  En esos casos si debe pelear, lo hace; si debe discutir, también; y argumenta de tal forma, que nadie encuentra el modo de refutarlo.  Él ama los libros,  los conocimientos, la sabiduría  y, de la  manera más especial, a su gran pasatiempo, el ajedrez.  Cuando juega una partida se desafía a sí mismo y, con coraje y decisión, se entrega a la batalla entre peones, alfiles, caballos, torres, reyes y reinas.  Él, como una pieza más del tablero, se adentra en el juego analizando y calculando sus gatunos movimientos para finalmente ganar.  Como cualquier felino es, por supuesto,  un gran cazador.  Esto queda demostrado, porque si mientras lee o escribe, alguna palabra intenta volar,  él salta sobre ella y la atrapa para sí, con sus garritas que retráctiles brotan desde sus acolchonadas manitos.
Bueno, como les decía,  todo estaba en orden en la vida de GG hasta que un día en que paseaba, como de costumbre, con su inseparable  libro bajo el brazo, vivió una experiencia muy singular.  Se estaba trepando entre unos maceteros, en un patio vecino, para alcanzar  una  artesanal escalera de madera cuando, de repente, sus patitas quedaron enganchadas en una planta enredadera que se aferraba, con pasión, a una malla de alambre.  Sorprendido, al sentirse atrapado, engrifó su lomo, pero al buscar con la mirada una posible salida a su situación descubrió, entre las verdes hojas, una flor con forma de campana, que llamó su atención.  La flor lo miró  y, con gran calma, le dijo: “No te asustes, cálmate y podrás soltarte”.  GG, que no era muy dado a obedecer, en este caso, acató lo dicho y con gran cuidado desprendió sus patas de la impremeditada trampa.  — ¿Quién eres? — preguntó GG — soy una flor — contestó ella — mi nombre es Copihue — y… ¿vives aquí? — indagó GG — sí…he vivido en este lugar  toda mi vida.  No puedo existir fuera de este sitio, me gusta, este es mi mundo.  Aquí me deleitan los rayos del sol, me refrescan las gotas de lluvia y la brisa mece mi cuerpo constantemente, además,  mis tallos son mi vía de nutrición que es provista, directamente, desde la tierra—.  GG miraba con curiosidad,  para  él  la libertad, era todo; no concebía la vida sin este importante ingrediente y sólo pensar en un ser que viviera atado a un lugar, sin intentar salir de ahí y sin reclamar por ello, le sorprendía.
Como su nueva amiga no saldría de paseo, optó por visitarla lo más asiduamente posible.  A él le parecía curioso, observar el mundo desde la perspectiva  que  permitía la herbácea morada.  Se quedaba, por largos tramos de tiempo, quieto,  junto a Copihue, intentando imitar esta forma de vida, pero se le hacía muy difícil; su gran deseo de brincar sobre otras superficies, de ir por aventuras, de treparse en todos lados, se erguía inclaudicable en su gatuno corazón. A pesar de todo su sentir él, con generosidad, acudía responsablemente a las citas que prometía a su amiga  quien, siempre tranquila, pendía de la verde enredadera.  Copihue, secretamente, de igual forma, amaba las palabras; las lecturas de poemas, de cuentos, de novelas y como su amigo era experto,  se animó, un día, a pedirle que leyera para ella.  —Por favor  lee en voz alta para mí; te lo voy a agradecer, porque nadie lo hace.  ¿Quién va a creer que una flor quiere escuchar un poema, o soñar, con la lectura de una novela?—  A GG le pareció razonable, porque pensó que, en realidad, siendo él un gato, amaba las bibliotecas, las librerías, el olor de los libros, de cada una de  sus páginas, algunas tan  hojeadas y otras casi olvidadas.  Entonces, muy contento, decidió acceder a la petición de su amiga y, por lo tanto, en cada reunión él leía para ella y, además, le contaba sobre la vida de algunos escritores; tema en el que era, todo, un erudito.
Un día Copihue  le solicitó a GG, que  buscara, con cuidado, entre las hojas más escondidas de la enredadera.  GG, como buen gato curioso, aceptó de inmediato.  Olfateo, con sigilo, en el lugar que le indicaba Copihue y, de pronto,  descubrió un conjunto de  hojas, que contenían versos grabados. — ¿Qué es esto? — preguntó, sorprendido, GG — yo los dicté — contestó Copihue —  son  míos,  mis compañeras hojas los graban,  mientras  yo  los creo,  porque los consideran bellos —.  GG inició la lectura sobre las verdes hojas y después de leer, con entusiasmo, le señaló a Copihue: “Me gustan, son muy buenos, tienes talento, debemos hacer un libro, para que conozcan tu trabajo”.  Copihue pensó que su amigo sólo quería ser amable con ella, pero él insistió.  Le habló, con tono protector: “ Te lo digo, seriamente, Copihue; tú no te preocupes,  déjame todo a mí.  Haremos un libro y, luego, lo presentaremos”.  Copihue dudaba, pero la  felina seguridad de GG terminó por convencerla.  Así, animosos ambos, se entregaron, de lleno, a la tarea propuesta.  Copihue dictaba, afinando detalles de los escritos,  a las verdes hojas de la enredadera, que grababan  sin descanso y gran dedicación; GG, por su parte, hacía tratos con el viejo gato gruñón, que vivía en la imprenta; con el ratón relamido, que custodiaba el papel, y que, para  su generosa suerte, lucía poco comestible ante los ojos  de  GG.  Del mismo modo, se dedicó a repartir invitaciones, las cuales entregó,  entornando los ojos y aguantando el deseo de sacar sus garritas, a todas las mariposas que vio pasar, tanto diurnas, como nocturnas; a todos los pajaritos que volaban por el lugar, a los ratoncitos que,  incrédulos, lo veían tan cordial, en fin, que  en esta ocasión, como se trataba del público que asistiría a la presentación del libro, de su amiga, GG, decidió, a contrapelo, perdonarles la vida.  Igualmente, a pesar de que los perros no eran, precisamente, sus amigos, desde los techos dejó caer invitaciones en los patios, que sabía, custodiados por algún can.
Como si se hubiera tratado de una de sus partidas de ajedrez, GG movió las piezas, del tablero de la vida, en forma muy exacta y precisa. En consecuencia, todo marchó sobre ruedas y, en breve tiempo, el resplandeciente  libro de Copihue estuvo listo, para poder programar su presentación oficial, que fue fijada para el séptimo día, de un mes otoñal, a la media noche, para GG, la  hora ideal.  Llegó el día del evento y, cobijados por la luna, a  los pies de la enredadera, se reunieron todos los invitados y GG, con suma elegancia, presentó a su amiga que, más colorada que nunca, saludaba desde la amigable enredadera.  Luego GG, con gran cuidado, leyó los versos de Copihue que fueron recibidos, por la concurrida  audiencia, con aplausos, con sonrisas y expresiones positivas. GG, además, con un improvisado discurso aprovechó la ocasión, para animar a todos a escribir, a estudiar, a conocer y reconocer los talentos, a cultivarlos y exaltarlos.  También llamó al recuerdo, pidió que se hiciera presente para  los artistas olvidados, porque para GG, siempre ha sido importante el rescate del patrimonio artístico, intelectual, histórico y filosófico. Las palabras dichas por GG calaron, hondamente, en los invitados quienes, terminada la ceremonia, recibieron libros de regalo, los agradecimientos de Copihue y, sobre todo, se llevaron grabado, en sus almas, el sabio mensaje de GG en relación a valorar, siempre, la herencia que se nos ha legado como pueblo, como hijos y como hermanos.

FIN.















La voz y el corazón





La voz y el corazón
(Relato dedicado a mi buen amigo Juan Manuel Miranda)
Autora: María Alejandra Vidal Bracho / Publicado en Revista Co.incidir mes Septiembre 2018
Una bella voz, tomó un pasaje en vuelo directo al planeta Tierra. Aquí tenía como misión encontrar el más dulce corazón, en el cual pudiera habitar. “Tarea difícil”, caviló ella, pero se decidió a investigar. Al aterrizar sintió una enorme soledad y no sabía, exactamente, cómo comenzar a buscar. Lo primero que hizo fue comprar un nuevo pasaje que, en esta oportunidad, la llevara de viaje al pasado, al espacio invisible, al vacío inteligente, donde se encuentra toda cosa y todo ser, que después arribará a este plano terrenal. Llegó a su nuevo destino y en ese lugar buscó y buscó sin descanso, hasta que entre todos los seres incorpóreos, por fin, encontró uno muy especial cuyo próximo nombre, en la vida terrestre, sería Xuan. De inmediato se hicieron muy amigos, conversaron sin cesar y como ese mundo es distinto y, de verdad, muy singular, ella se atrevió a pedirle un favor muy personal; y entonces, con tono suave y prudencia, le dijo a Xuan: “te quiero pedir algo que, quizás, extrañeza te causará”. El incorpóreo ser, con un leve asomo de curiosidad, asintió con la cabeza aceptando así, la petición sin dudar. Entonces se inició, entre ellos, un diálogo bastante inusual. —Necesito saber, dónde está tu corazón: quiero verlo, conocerlo, y preguntarle qué equipaje llevará cuando a la Tierra tú decidas avanzar—por supuesto—dijo Xuan— no tengo inconveniente en llevarte hasta el lugar en que lo he guardado, para cuando llegue el momento de encarnar—. Xuan condujo a la voz por un sendero floral, que llevaba hasta un huerto mágico en el que un río musical, bañaba a unas piedras misteriosas cuya tarea era, con sus macizos cuerpos, albergar a los mayores tesoros que se debían custodiar. Xuan saludó a una gran piedra, le presentó a la voz, le explicó a lo que venía y luego, sin más, la gran piedra se movió para dejar a la vista un enorme cofre gigantesco, muy hermoso, de cristal. La voz estaba impresionada y pensó en su esencia inmaterial: “un cofre tan grande… para, sólo, un corazón amparar”. Cuando Xuan abrió el cofre, un primoroso y fornido corazón salió un poco adormilado, frotándose los ojos, unos lindos ojos colmados de bondad, sonrió muy contento y le dijo a Xuan. “´Ya, nos vamos, estoy listo”. “Ves…” le dijo Xuan a la voz, “este es mi corazón”. Entre el corazón y la voz surgió, de inmediato, un amor sensacional; se sintieron complemento, camaradas, listos para emigrar, se miraron, se comprendieron y, luego, se volvieron a Xuan. “Ya entendí”— dijo éste— “llegó el momento de encarnar”.
Como el corazón era muy grande y la voz magistral, ocuparon mucho espacio en el cuerpo de Xuan; debido a esto una gran caja torácica se debió fabricar y de este modo, cuando al Planeta Tierra tuvo que llegar se convirtió en un hombre de talla grande, tanto en su cuerpo físico, como en el espiritual, para poder así cobijar, con suma responsabilidad, a tanto amor, tanta dulzura y tamaña lealtad.

Fin