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miércoles, 22 de enero de 2020

No, no toques…es pintura fresca



No, no toques…es pintura fresca

Publicado en revista Co.incidir Enero 2020
Autora: María Alejandra Vidal Bracho

Quién no ha visto un cartel que reza: “CUIDADO – PINTURA FRESCA”.  A quién no le han dicho: “No toques…es pintura fresca”.  Este impedimento se suma a otro factor: el olor a pintura fresca, el cual puede resultar molesto para algunos, embriagante para otros, pero que, indiscutiblemente,  tiene un sentido de renovación, de cambio, de limpieza. A mí, en lo personal,  me provoca nostalgia o quizás es anhelo de ilusión, no tengo certeza.  El olor a pintura fresca, me recuerda a cambios de casa, de barrio, a dormitorios renovados; una casa,  recién pintada,  habla de incipientes proyectos, de recompensas por el trabajo hecho.
El olor a pintura, se demora unos días en partir y durante la faena del pintado, las brochas pegoteadas y los tachos rellenos  de colores líquidos forman un escenario que acompaña  a las bebidas y comidas rápidas, que consumimos sentados en el mejor lugar disponible, entre tanto ir y venir de latas con pintura, trapos para limpiar, diluyentes, hojas de diarios antiguos, ventanas abiertas que, con vigoroso empeño,  ayudan a un pronto secado. Y luego, cuando todo está inmaculado, diáfano, nuevo, aún prevalece un leve olor a pintura,  indicando que recién inicia su trabajo de acompañarnos en un tramo del camino, pegada a nuestros muros, haciendo de marco a nuestras actividades.  La pintura, con el andar del tiempo, en silencio, cambia de tono lánguidamente, se opaca, envejece;  es marcada por lo que decidimos adosarle: muebles,  afiches, cuadros, repisas, letreros, lo que sea;  ella inerme, en su existencia, se brinda,  se entrega a las necesidades y caprichos de quien habita al amparo de  su color.  
“No, no toques…es pintura fresca”, es la génesis de un nuevo momento, es un cambio, una renovación, una incipiente intención; un deseo materializado, verdaderamente, a todo color.


El Mundo se ha enfermado








El Mundo se ha enfermado

(cuento dedicado a: Antonio Rodríguez)
Publicado en Revista Co.incidir Noviembre 2019

Autora: María Alejandra Vidal Bracho


Acompañado por los arcanos mayores del Tarot vive, entre cerros adornados por largas escaleras y casas alegremente coloreadas, un maravilloso gato muy sabio.  Él recibe, en su morada, a diferentes visitantes que buscan consejo y consuelo en relación con distintos pesares, que inquietan sus días. El gato, siempre escoltado por sus competentes amigos, tiene una vida feliz y es muy respetado y amado.  Él acostumbra iniciar sus días a una hora temprana con un alegre desayuno, compartido, con los arcanos; luego en el transcurso de la jornada acoge a los consultantes, que le solicitan sus certeros servicios como adivino.

Cierto día, que al parecer comenzaba igual a todos, la dama desnuda que vive en el arcano llamado El Mundo no llegaba a desayunar; preocupado el gato fue hasta su dormitorio, tocó la puerta con delicadeza y, como nadie respondía, la abrió con gran suavidad y sigilo; fue entonces cuando descubrió que ella había despertado muy enferma; fiebre, estornudos y tos la atormentaban.  La doncella, con voz débil, le comentó al gato que no se levantaría, a la vez, sus compañeros: el caballo, el león, el ángel y el águila estaban muy angustiados y dijeron que, de su lado, no se moverían, hasta verla restablecida.  El gato regresó a la mesa matutina e informó a los comensales acerca de la carta indispuesta. La Estrella se sintió culpable, porque el día anterior ella insistió en llevar al arcano, El Mundo, al río para que la ayude con los cántaros de agua, pero el gato, de inmediato, la consoló y con sabiduría y amor la liberó del remordimiento, explicándole que sólo era el destino, que todo era por un bien mayor y que ya se develaría, con el tiempo, la enseñanza o el porqué de esta situación.  Por otro lado, El Sol majestuoso junto a La Luna generosa convenían cómo ayudar en esta circunstancia; finalmente decidieron que él le abrigaría los pies y ella, con sutileza, refrescaría su frente. El Loco, por su parte, no sabía qué decir, como siempre, sólo quería irse despreocupado por ahí, pero el cariño que sentía por su compañera, lo hacía repensar la idea de salir; entonces decidió quedarse, por si fuera necesario comprar algo y él, junto a su bolsa, se ofrecería, sin demora, para ir por el encargo.

La Fuerza encaramada en la portentosa Torre, que esta vez decidió estar superfirme,  se hacía presente preparando, en su mente, frases positivas para animar más tarde a su amiga.  La Papisa dejó de lado su lectura perpetua, cerró su libro y buscó presurosa entre los de la enferma y, con suave tono de voz, comenzó a leer en silencio, desde de su corazón al de ella. El Papa también a este momento se unía, caminaba pensativo de un lado al otro, ordenando y atrapando sus huidizas ideas, relativas a qué oraciones eran las más certeras para invocar mejorías.  El Mago, mantenía la calma, en su ser sabía que todo marcharía bien, que nada malo ocurriría, pero a la vez puso a disposición cada elemento de su mesa, por si algo servía, para que la bella carta recuperara su salud y alegría.  Los enamorados no se enteraban de lo que sucedía porque, como siempre, estaban con sus miradas prendidas, sometidas al eterno encantamiento del amor; pero en este caso de un sobresalto despertaron con el ruido que hacía El Carro, al mando de su cochero, que esperaba solicito, por si tuviera que ir por medicinas o llevar a alguien a toda prisa y entonces, ya despabilados, se unieron a éste, como compañía.  El Diablo, generalmente asociado con la maldad, pensaba que él, igualmente, podía aportar, porque según la posición que toma, no indica siempre algún mal y en este caso él estaba dispuesto, con gusto, a ubicarse contiguo a un arcano que anunciara junto a él bondad y así ser un buen presagio y no una fatalidad.

La Emperatriz y El Emperador, sumamente generosos, convinieron poner a disposición una gran suma de dinero para poder internarla, si fuera necesario, en la mejor clínica del lugar.  El Ermitaño, siempre solitario, rompió su aislamiento habitual y amablemente se ofreció para cocinar; preparó sabrosa comida para todos, pero para el gato algo especial: un rico pescado asado que le quedó colosal y para la enferma diseñó una dieta ligera y frugal.  Por otro lado la Justicia equilibraba su balanza pesando distintas hierbas medicinales, apropiadas para estos casos; hierbas que la Templanza había recolectado en el patio de la casa, bajo la mirada vigilante de La Muerte que con su temida guadaña las cortaba auxiliada por los seres que viven trepados en la Rueda de la Fortuna, la cual giraba y giraba más rápido que nunca, loca de afán por ayudar.

Los integrantes del Juicio deliberaban, sin parar, sobre la ayuda que pudieran brindar y finalmente decidieron apoyar todas las iniciativas, cooperando en lo que fuera, con la mejor voluntad.  Y El Colgado, se preguntarán ustedes, ¿en qué colaboró él? Ya que su posición es inamovible y definitiva, pues él animaba en su alma y en su mente, los mejores deseos para que su amiga y compañera de baraja, se recuperara pronto; con su imaginación creaba y creaba, sin descanso, para ella un nuevo estado sano y vital.

Como pueden apreciar cada arcano se comportó positivo, amoroso y cooperador. La enferma atendida por sus amigos con tanta dulzura y amor salió pronto del estado antónimo de la salud; luego de tres días se sintió mucho mejor, recuperada, feliz y junto a sus compañeros: el caballo, el león, el ángel y el águila, la armonía de El Mundo se restableció. El bello gato, dueño de casa, vio con regocijo cómo la enfermedad, mágicamente, se retiró y comprobó una vez más que El Mundo siempre mejora cuando todos se unen a su favor y así el hogar volvió a ser el de siempre; un hogar en que habita un lindo gato sabio junto a veintidós amigos llamados arcanos mayores, que viven en la magia y el misterio del Tarot.

FIN