Bate tus alas sin parar
(Cuento publicado en Revista Co.incidir No.36 Mes de Febrero 2017)
Dedicado con gran cariño a Luis Weinstein, María Alicia Pino y Sofía Orellana
Dedicado con gran cariño a Luis Weinstein, María Alicia Pino y Sofía Orellana
(Autora: María Alejandra Vidal Bracho)
En un dulce, armónico y elevado panal, vivía una bella y laboriosa abejita, que diariamente extendía sus alas al sol, se movía con precisión entre las flores del jardín y contemplaba cada amanecer y anochecer, llena de amor. Le gustaban los libros, escribía y leía poemas, amaba el arte. Preparaba mixturas de esencias de flores, recibía a los amigos y, además, tenía a su cargo dos abejitas bebés, que la amaban, porque realmente ella era digna de amar y, por si esto fuera poco, hasta una gatita tenía, en su corazón, un lugar. Ella trabajaba, sin descanso, velando por cada detalle que la vida le había encargado cuidar.
Un día un sabio conejo amigo, que conocía su bondad, le comentó a la abejita que una amiga mariposa venía en vuelo y que pronto arribaría muy cerca de su panal. Le preguntó por la posibilidad de un encuentro entre ellas, porque la mariposa, tenía un sentir similar. Igualmente amaba los poemas, le gustaba pintar y no estaría por mucho tiempo detenida, ya que debía regresar, en acotado tiempo, a su hogar. La abejita, generosa y entusiasta aceptó, sin dudar. — Por supuesto — dijo ella y se alistó a esperar.
El conejo diligente, dio inmediato aviso a la mariposa, que feliz de saberse esperada, se fue volando hasta el panal, pero cuando llegó a éste, no supo cómo entrar. Ella subió con gran exactitud hasta alcanzar la colmena, pero luego en un pasillo, una terrible oscuridad, la quiso asustar. La cubrió completamente, como un ceñido vestido negro, inmovilizando sus festivas alas y, de un lado a otro, la obligó a caminar, buscando una salida, que la pudiera salvar. Finalmente resolvió descender y desde abajo, elevó la vista para contemplar, la morada de su nueva amiga, quién dentro del panal, no entendía por qué aún la mariposa, no lograba llegar. Ella percibía, con sus agudas antenas, que la visitante se encontraba muy cerca, pero algo la mantenía atajada, sin poder avanzar. Fue entonces, cuando se inició una comunicación, muy singular, entre sus almas y mentes, a la par: — No he podido llegar hasta tu puerta— dijo la mariposa— el pasillo está muy oscuro, no puedo pasar—. Olvidé avisarte — dijo la abejita— tú debes agitar las alas, aunque haya oscuridad. “No detengas el movimiento y la luz no se apagará. Es un secreto importante, si se asustan tus alas la oscuridad te atrapará, pero si las bates es ella, quien se asusta y se va”.
Armada de este consejo, la mariposa se elevó, esta vez, sin dudar y ya de nuevo en el pasillo siguiendo la recomendación, movía sus alas en entusiasta compás. En efecto, la oscuridad desapareció, la luz permaneció encendida, y la abejita en la puerta del panal, la esperaba sonriente y la invitó a ingresar. Junto a ella, las abejitas bebés se acercaron, pronto, a saludar y la gatita muy amistosa, se sumó a este saludo inicial. Después de esta tierna bienvenida cordial, regresó cada bebito a su quehacer habitual, que en este caso consistía sólo en: jugar y cantar.
La abejita y la mariposa ya reunidas, a solas, en la celdilla de cera principal, iniciaron un diálogo profundo, lleno de magia y tranquilidad. Compartieron sus historias, puntos de vista e intereses, que eran casi gemelos, porque ambas sentían igual, en relación a ciertos hechos que la existencia les había dado a probar. La abejita, después de escuchar con suma atención, los relatos de su nueva amiga, decidió prepararle, una pócima muy especial, compuesta de flores muy sabias, que a gotas debía tomar, con enmielado recuerdo, como si fuera un ritual. También la cubrió con sus alas, en un traspaso de energía, porque la abejita sabía ser canal, entre los seres terrestres y la fuerza celestial. Durante la breve estadía de la mariposa en el panal, más tarde, una elegante abeja reina, también llegó a visitar. Se unió ella, a la reunión, aportando su encanto y simpatía; cualidades que la adornaban como pulsera y collar, y así, ya eran tres amigas que se conocían desde hacía años atrás.
Como ocurre siempre que la felicidad es de verdad, el tiempo se hace nada y pronto llegó el final; porque la mariposa tenía tiempos limitados y debía regresar, a su lejano pueblo ubicado al sur, muy al sur, muy lejos del adorable panal.
En la despedida, las promesas de un pronto reencuentro; el intercambio de regalos, libros, escritos, ideas; buenos deseos para el viaje y también guardar, un obsequio para el conejo, que fue el espléndido autor de este encuentro tan bonito, co.incidencia magistral.
— Recuerda siempre batir las alas— reiteró la abejita ya en el umbral, y la mariposa elevó el vuelo, con la plena seguridad, de conocer ahora, la fórmula precisa para lograr evitar, caer en la trampa que, a veces, tiende la profunda oscuridad, intentando detener un valioso e importante vuelo que ya escrito, en el destino, está.
FIN