El
escarabajo verde
(Autora: María Alejandra Vidal Bracho)
Publicado
en Revista Co.incidir No25 Marzo 2016
Esto
que les relato, a continuación, es algo muy bello, ocurrido durante un viaje,
que hace poco tiempo realicé. Yo esperaba
en un andén, para hacer una combinación entre avión y bus cuando, de pronto, vi
un escarabajo verde, montado sobre mi
maleta, sosteniéndose firmemente y sin
intenciones de desfallecer. Con actitud resuelta,
pero al mismo tiempo serena, me demostraba, sin dar pie atrás, su inopinable y absoluta determinación de viajar conmigo. Sentí temor por él, porque yo estaba ya en la
fila para subir al bus y cuando tomaran mi maleta para introducirla al
portaequipaje, el pobrecito, con seguridad, iba a terminar sus días de vida,
trágicamente aplastado. No quedaba
tiempo para ir en la búsqueda de algún arbusto cercano y lograr ponerlo, de ese
modo, a buen amparo. Como el recorrido
que nos esperaba era largo, debíamos cruzar la tierra y el mar, opté por envolverlo en un pañuelo de papel y llevarlo
en mi bolsillo. Con precaución
resguardaría que contara, todo el tiempo, con suficiente aire para que no se asfixiara
y así, cuando llegáramos a un lugar, donde hubiera algo de vegetación, lo
dejaría en algún tallo.
Iniciamos
el viaje y yo, sin proponérmelo, entré en una consciencia diferente y altamente
receptiva. En ese sensitivo estado mi
pequeño nuevo amigo, comenzó a comunicarse conmigo. En una forma incomparable, él
inició un diálogo sutil, sin palabras,
sólo con ideas, hablándole a mi mente y a mi alma. Cada cierto tiempo, yo lo sacaba
de mi bolsillo, para observar y comprobar que seguía sano y salvo. El movía sus patas y se estiraba un poco,
para aquietarse otra vez. Entonces yo
volvía a protegerlo con el improvisado arnés.
Tenía
temas variados, pero sus favoritos eran
las historias acerca de otros caminos que había tomado, durante su existencia. Me enseñaba acerca de la perenne humildad,
que impregna eternamente a toda la
naturaleza, que él conocía muy bien. Me
contó, sobre las bellas mariposas, siempre vestidas de gala, que van deleitando
a las miradas románticas. De las hormigas laboriosas, tan bien organizadas para
el trabajo y de las margaritas inútilmente deshojadas, por inseguros dedos pesquisadores
de sentimentales respuestas. Recordó a
las piedras que, añosas y sabias, guardan sigilosamente en sus memorias, los
senderos invisibles establecidos por todas las huellas dejadas.
Sus
narraciones eran inagotables. En todo
momento, se expresaba feliz y lleno de seguridad. No mostraba señales de dudas, aun sabiendo
que dependía de mí, porque su vida estaba, literalmente, en mis manos. Cuando íbamos cruzando el mar, de repente, me
señaló una nube, que tenía forma de oso juguetón, y fue entonces cuando me
dijo: ¨tú eres esa nube¨. ¨Por la forma de oso¨ le dije y sonreí. Te hablo seriamente insistió: ¨Tú y la nube,
la hormiga, la mariposa y yo, en fin todos, somos sólo uno. No existen las separaciones. La misma energía que te sustenta a ti, animando
tu cuerpo y tus sentidos, es la que mueve a la nube, a la bella mariposa, a la
laboriosa hormiga, a la altruista margarita, permite ser a la piedra y además, provoca este oleaje amistoso. La gran diferencia es, que tú estás algo pre-ocupada por el próximo
arribo y por lo que harás cuando lleguemos y en cuál flor me vas a dejar o si
me olvidas y en un descuido,sacas el pañuelo y me arrojas al océano por
accidente. Yo no temo, la nube tampoco y
menos este mar. Estamos unos tan vivos
como los otros, pero tú conoces el temor.
Te has preguntado ¨por qué¨. Sinceramente
no encontré la respuesta. El continuó:
¨intenta cambiar tu consciencia, eso te liberará. En la medida que cedas el control a la
energía vital, tú serás libre. Es lo que
hemos decidido, en un tácito acuerdo,
los demás. Sólo el ser humano se
angustia con anticipación. Si, por error,
me lanzas de tu bolsillo y muero, mi energía se transformará y viviré en otro
elemento del Universo, pero viviré igual.
Aprende cada día de las nubes.
Observa como van por el cielo en perpetuo peregrinaje, bajan a la tierra
convertidas en gotas de lluvia, para trabajar humedeciendo los brotes. Luego ascienden nuevamente y siguen su marcha
guiadas por el viento en paz y sin desconfianzas. Ningún encuentro es casual,
tú y yo teníamos que hacer este viaje juntos.
Aguardé por ti, durante días, en el árbol cercano al andén. No sabía que te esperaba, yo sólo permanecí
ahí. Algo hizo que no deseara trasladarme,
hacia otro sitio. Cuando te vi, supe que
eras tú el motivo que me detenía. Salté cuando pasabas y trepé, con fuerza, a tu maleta roja. Que alegría tuve, cuando me viste y decidiste
protegerme. Pero no fue algo anecdótico. Tú y yo fuimos creados para conocernos. El
azar no existe, todo está escrito y diseñado en este plan perfecto¨.
Así
fue como, después de una tarde completa de viaje, alcanzamos nuestro lugar de destino. En un nuevo andén nos llegó la hora de despedirnos.
Dejé a mi bello amiguito verde, sobre la hoja más estable y fresca, que
encontré, en un majestuoso árbol de tronco ramificado y de prominente follaje. Las despedidas son tristes ¨me apena dejarte¨
le dije. El nuevamente me conversó en
secreto y contestó: ¨nunca me dejarás,
porque ya soy parte de ti y tú de mí.
Sólo confía¨. Y se fue por entre
las ramas.
Mis
ojos se quedaron fijos en él, hipnotizados por su plácido andar. Mi ensoñación se interrumpió cuando, de súbito,oí
gritar mi nombre. Eran los amigos que me
esperaban y llegaron a buscarme. Obligatoriamente debí girar, para recibir sus
abrazos de bienvenida. Luego de
responder a sus saludos, sonrisas y preguntas, volví la cabeza intentando hallar,
con la mirada, a mi querido, verde y tierno compañerito de viaje, por supuesto,
ya no lo vi.