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jueves, 21 de septiembre de 2017

La arañita en el frío







La arañita en el frío
(Cuento publicado por revista Co.incidir Mes Septiembre 2017)
Autora: María Alejandra Vidal Bracho

Una arañita, que habitaba en una gran casa antigua, trabajaba siempre en un mismo rincón, sitio en el cual, tejía con esmero y primor una tela suave, que cubría cada día,  poco a poco, la esquina.  Ella estaba en paz con su faena y su tejido progresaba y progresaba.  Todo marchaba en una rutina laboral, normal;  quizás no perfecta, porque siempre aparecían otros insectos con diferentes intenciones e intereses,  pero se podía decir que su vida, estaba impregnada de una felicidad tradicional y sin mayores sobresaltos.   Este rutinario panorama se vio interrumpido durante un gélido invierno, en que la arañita, comenzó a sentir un frío insoportable, que impedía a sus patitas la movilidad adecuada, para realizar su trabajo.  Sus patitas congeladas, a más no poder, la llevaron, sin dudar, camino a una casa encantada, en la cual, ella tenía un fiel amigo muy especial.  Él era un curandero afamado, que preparaba pócimas balsámicas y mantenía una constante comunicación con la sabiduría, la cual era para él, su gran amiga y mejor maestra.  Cuando la arañita logró llegar a visitarlo, llevaba sus patitas entumidas y le solicitó que la ayudara para remediar esta situación tan desagradable que le impedía trabajar y disfrutar de su acostumbrado rincón, para ella tan personal.  De inmediato, el experto sanador,  examinó a la arañita, comprobando la incómoda situación.  Sus patitas estaban tornándose azules, por el frío, lucían muy frágiles y desfallecían perdiendo la fuerza.  El curandero, preparó de inmediato, un prodigioso, ungüento, a base de hierbas, que se hallaban  en su propio huerto, y luego de frotar las heladas patitas con él, las envolvió en nobles vendas humedecidas en buena voluntad y fe. Además decidió escribir una misiva, dirigida al benévolo Sol.  En este mensaje, él le explicaba al,  magnífico, astro Rey, sobre el grave problema que aquejaba a la arañita y le solicitaba que, por favor, enviara un rayo exclusivo, para ella, a fin de lograr entibiar sus entumecidas patitas.

El Sol, en su trono dorado, recibió el mensaje y de inmediato, dispuso los arreglos necesarios para enviar, sin demora, un rayo en comisión especial, designado sólo para acompañar a la arañita.  El rayo de Sol, voló sin retrasos hasta la casa en que ella vivía  y se posó alumbrando certeramente el rincón en que  trabajaba.  La arañita, después del tratamiento de ungüentos y vendajes, junto a la compañía del calor, que el rayo de Sol proyectaba, comenzó a mejorar en forma evidente.  Sus patitas trabajaban sin descanso y a buen ritmo, tejía con alegría  su tela amada.  Sintiéndose muy agradecida, por la intervención  de su buen amigo curandero, decidió que tejería para él un par de guantes, que cubrieran sus sabias manos, para aislarlas, igualmente, del frío del invierno.  Entonces, ella tejió, con premura, mezclando amorosas hebras de lana, con hilos de cariño y aplicaciones de agradecimiento, unos mitones de encendido color, intentando atrapar algo del rayo de sol para su querido amigo, que estaba pronto a celebrar un nuevo cumpleaños.  Así, en Agosto, la arañita con su labor terminada y envuelta en  papel de regalo, salió, muy contenta,en su búsqueda, para saludarlo en la fecha marcada: día nueve, en el calendario.   Como siempre, lo encontró rodeado de medicinas y  atribulados pacientes que hallaban, en él, no sólo la curación, para sus cuerpos desmejorados, sino que descubrían también, toda su comprensión  y,  toda su generosidad, bellas cualidades que tapizaban espesamente, el jardín de su delicada  alma, de lado a lado.