(Cuento dedicado a
Patricio Riquelme Valdés)
Autora: María Alejandra Vidal Bracho
Publicado en:
Revista Co.incidir No. 97 2022 y en sitiocero
En una tierra envuelta por una ronda jugada entre montes, aguas, árboles, flores y estrellas, nació un Patito muy exclusivo y genial; él llegó a este mundo con un destino preciso, marcado como un río, en un mapa, indeleblemente dibujado. Él sería, ante todo evento, un eterno amante de la música y ella también lo amaría y sería su amiga para toda la vida. Desde que abrió los ojos y escuchó las primeras notas musicales, su espíritu permeable a la belleza y al arte, sintió una profunda conexión auditiva con los músicos clásicos y, prontamente, su infantil corazón se consideró amigo de Chopin, de Mozart, Brahms, Beethoven, Liszt y muchos más. A la vez, dotado de una capacidad de memoria musical extraordinaria, podía aprender con suma rapidez cada melodía, cada canto, cada susurro artístico que llegaba a sus "patunos" oídos. Mientras crecía en tamaño, crecía aún más su amor por la música, volviéndose incluso más grande que él; lo primero y lo último, en su alma y mente, y en su día a día, era la música y en el formato que fuera: ópera, jazz, villancicos, folclor etc. todo estilo era valioso para él y así lo entendió y sintió, desde el inicio de sus días, este Patito tan encantador.
Siendo muy joven se destacó, de inmediato en su escuela, como un aventajado alumno, al saber más de música, que los mismos profesores, quienes reconocían este hecho ante todos sus sorprendidos compañeros de aula. Él, definitivamente, tenía una misión musical, que cumplir en este plano o, bien, era la auténtica reencarnación de un gran exponente de esta disciplina y volvió a esta Tierra encarnado en un Patito travieso, curioso y formal.
Ya crecido y convertido en Pato, tuvo la suerte de volar hasta territorios, muy lejanos, en los cuales concretó su gran deseo de posarse sobre tierras acuñadoras de antiguos músicos clásicos, aquilatando uno a uno los centímetros históricos recorridos en cada viaje. Gracias a su amor por la música, tuvo acceso a numerosas sincronías del destino, que lo posicionaron en el momento y sitio preciso, para dar vida a los más variados momentos de magia musical. Pudo así, escuchar magníficos coros, que conducían a su alma gentil por cielos plagados de ángeles, según sus propias palabras. De igual manera, se sintió transportado en el tiempo al asistir a trascendentales óperas y solazó sus oídos, al compás de instrumentos ejecutados por los músicos más diversos, mientras llenaba, como un cofre repleto de valores, su espíritu musical y gentil, y también, cabe señalarlo aquí, las habitaciones de su casa, porque coleccionaba grabaciones con colosal frenesí.
Los años transcurrieron y este Pato siguió amando a las artes musicales; tanto las amó y tanto aprendió, que llegó un minuto en que fue llamado a enseñar lo aprendido, siendo incluido en diferentes importantes comisiones de trabajo, en su austral lugar de residencia. Porque él decidió, en un punto del trayecto, parar el vuelo y establecer su nido en una tierra muy helada, pero muy cálida a la vez.
Hoy en día el Pato sigue
trabajando en lo que más le gusta hacer; expone y enseña, a través de los
medios de comunicación, sobre temas musicales, conciertos, operas, etc. y sigue
fiel a sus grandes amores: su familia, su historia y su compañera la música. Un
buen día, con la idea de contar a sus amigos, cómo ha sido su musical destino, decidió
dejar todo por escrito y publicó un bello libro que tituló: "Vivo por ella
mi otro amor", por supuesto, ustedes, ya adivinaron quién es
"ella".
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