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sábado, 28 de mayo de 2022

El Kintsugi y la resiliencia

 






Publicado en revista Co.incidir No. 92 octubre 2021 y en sitiocero.

Escrito por:  María Alejandra Vidal Bracho

El Kintsugi es un arte japonés, que consiste en reparar, con oro, piezas de cerámica quebradas. De esta forma, las vetas de oro que cubren las fisuras y los trozos pegados se convierten en adornos de la pieza restaurada, la cual luego de esta intervención se vuelve más hermosa, más decorada. Las cerámicas se rompen debido a cualquier circunstancia: un mal cálculo al posarlas sobre una superficie, un golpe, una mascota traviesa que, jugando o corriendo, la vuelca; son muchas las posibilidades de provocar daño a un objeto.  Analizando la vida humana y equiparándola a la existencia de los cuencos de cerámica, pocos son quienes aún son una pieza perfecta, de fábrica. Si analizamos nuestras vidas, si pensamos en lo que hasta ahora hemos vivido, la mayoría de nosotros cuenta con varias fisuras, unas más profundas que otras y en algunos casos ya nos hemos despedazado varias veces y hasta astillados estamos.

Superar el dolor es una tarea difícil y, muchas veces, casi imposible, depende de lo que cada uno de nosotros ha recorrido, de nuestras historias de vida, de lo que está impregnado en nuestro recuerdo.  El entorno en el que experimentamos el dolor, igualmente influye y, en ocasiones, no lo hace muy fácil, porque, en el día a día, somos emboscados por imágenes, escenarios, palabras, sucesos, momentos que nos abren, nuevamente, las heridas.  ¿A quién no le ha pasado? sentir que ya va superando, levemente, la pena y algo sucede ante los ojos, o llega en vuelo hasta los oídos el sonido de un recuerdo y en el alma la aflicción, que creíamos medio adormecida,  indica que sigue ahí, despierta, alerta, que no tiene intenciones de partir. 

Qué hacer con las heridas, con los dolores, cómo superar las penas; de dónde extraer el oro que cubra nuestras grietas y dé más valor a nuestra existencia.  El oro, en este caso, es la resiliencia.  La resiliencia permite extraer sabiduría de los hechos desafortunados, que nos acontecen; reunifica las fuerzas, nos cambia la visión de las apariencias y de los trasfondos.  Hace comprender, los porqués de lo sucedido y concede al sufriente, una sabiduría profunda, que le otorga nobleza para observarse a sí mismo y a los demás. No todos somos resilientes; quien sí lo es, se convierte en una obra distinguida, bella, recreada en los valores adquiridos en el crisol de las penas y luego resplandeciente en luz de comprensión y empatía.

Ojalá, todos, seamos revestidos por este arte japonés, el kintsugi, ojalá todas nuestras heridas sean selladas por un precioso y valioso metal que confiera firmeza, seguridad y más valor a nuestras vidas y que nuestra historia resiliente, al final del camino, deje un buen recuerdo y una brillante estela dorada, indicando así, que todas las heridas fueron restauradas, cubiertas y convertidas en piezas de arte y luces áureas que puedan alumbrar el sendero a quienes aún vienen caminando y, de este modo, convertidos en experiencia luminosa, podríamos, quizás, evitar caídas y lesiones a nuestros relevos, en la rueda de la vida; rueda que no se detiene por la falta de alguien, pero resguarda las historias, las experiencias que han sido protegidas con la ayuda de diferentes tipos de registros como crónicas, biografías, diarios de vida, relatos, películas, historias contadas en familia, etc.  

Mantengamos,   siempre cerca, una cajita  con  oro  de  resiliencia  y  cada  vez, que  sea necesario,  restaurémonos y sigamos  adelante  más adornados, más valiosos,  serenos y, sobre todo,  más comprensivos y   generosos  ante   el dolor ajeno.

 

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