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viernes, 7 de diciembre de 2018

El gato GG






















El gato GG
Autora: María Alejandra Vidal Bracho
Cuento Publicado en Revista Co.incidir Octubre 2018

Todo estaba en orden en la vida de GG. ¿No sabes quién es él? GG es un gato intelectual, escritor y gánster.  Es conocido en el pueblo como GG.  Una G por gato y la otra G, por gánster.  El apodo de gánster se lo ha ganado, porque a él lo envuelve el misterio y la reflexión; le gusta dar largos paseos por techos y calles y nada lo amilana, si siente la obligación  de rescatar un texto ante la presunta desgracia de ser destruido, abandonado u  olvidado.  En esos casos si debe pelear, lo hace; si debe discutir, también; y argumenta de tal forma, que nadie encuentra el modo de refutarlo.  Él ama los libros,  los conocimientos, la sabiduría  y, de la  manera más especial, a su gran pasatiempo, el ajedrez.  Cuando juega una partida se desafía a sí mismo y, con coraje y decisión, se entrega a la batalla entre peones, alfiles, caballos, torres, reyes y reinas.  Él, como una pieza más del tablero, se adentra en el juego analizando y calculando sus gatunos movimientos para finalmente ganar.  Como cualquier felino es, por supuesto,  un gran cazador.  Esto queda demostrado, porque si mientras lee o escribe, alguna palabra intenta volar,  él salta sobre ella y la atrapa para sí, con sus garritas que retráctiles brotan desde sus acolchonadas manitos.
Bueno, como les decía,  todo estaba en orden en la vida de GG hasta que un día en que paseaba, como de costumbre, con su inseparable  libro bajo el brazo, vivió una experiencia muy singular.  Se estaba trepando entre unos maceteros, en un patio vecino, para alcanzar  una  artesanal escalera de madera cuando, de repente, sus patitas quedaron enganchadas en una planta enredadera que se aferraba, con pasión, a una malla de alambre.  Sorprendido, al sentirse atrapado, engrifó su lomo, pero al buscar con la mirada una posible salida a su situación descubrió, entre las verdes hojas, una flor con forma de campana, que llamó su atención.  La flor lo miró  y, con gran calma, le dijo: “No te asustes, cálmate y podrás soltarte”.  GG, que no era muy dado a obedecer, en este caso, acató lo dicho y con gran cuidado desprendió sus patas de la impremeditada trampa.  — ¿Quién eres? — preguntó GG — soy una flor — contestó ella — mi nombre es Copihue — y… ¿vives aquí? — indagó GG — sí…he vivido en este lugar  toda mi vida.  No puedo existir fuera de este sitio, me gusta, este es mi mundo.  Aquí me deleitan los rayos del sol, me refrescan las gotas de lluvia y la brisa mece mi cuerpo constantemente, además,  mis tallos son mi vía de nutrición que es provista, directamente, desde la tierra—.  GG miraba con curiosidad,  para  él  la libertad, era todo; no concebía la vida sin este importante ingrediente y sólo pensar en un ser que viviera atado a un lugar, sin intentar salir de ahí y sin reclamar por ello, le sorprendía.
Como su nueva amiga no saldría de paseo, optó por visitarla lo más asiduamente posible.  A él le parecía curioso, observar el mundo desde la perspectiva  que  permitía la herbácea morada.  Se quedaba, por largos tramos de tiempo, quieto,  junto a Copihue, intentando imitar esta forma de vida, pero se le hacía muy difícil; su gran deseo de brincar sobre otras superficies, de ir por aventuras, de treparse en todos lados, se erguía inclaudicable en su gatuno corazón. A pesar de todo su sentir él, con generosidad, acudía responsablemente a las citas que prometía a su amiga  quien, siempre tranquila, pendía de la verde enredadera.  Copihue, secretamente, de igual forma, amaba las palabras; las lecturas de poemas, de cuentos, de novelas y como su amigo era experto,  se animó, un día, a pedirle que leyera para ella.  —Por favor  lee en voz alta para mí; te lo voy a agradecer, porque nadie lo hace.  ¿Quién va a creer que una flor quiere escuchar un poema, o soñar, con la lectura de una novela?—  A GG le pareció razonable, porque pensó que, en realidad, siendo él un gato, amaba las bibliotecas, las librerías, el olor de los libros, de cada una de  sus páginas, algunas tan  hojeadas y otras casi olvidadas.  Entonces, muy contento, decidió acceder a la petición de su amiga y, por lo tanto, en cada reunión él leía para ella y, además, le contaba sobre la vida de algunos escritores; tema en el que era, todo, un erudito.
Un día Copihue  le solicitó a GG, que  buscara, con cuidado, entre las hojas más escondidas de la enredadera.  GG, como buen gato curioso, aceptó de inmediato.  Olfateo, con sigilo, en el lugar que le indicaba Copihue y, de pronto,  descubrió un conjunto de  hojas, que contenían versos grabados. — ¿Qué es esto? — preguntó, sorprendido, GG — yo los dicté — contestó Copihue —  son  míos,  mis compañeras hojas los graban,  mientras  yo  los creo,  porque los consideran bellos —.  GG inició la lectura sobre las verdes hojas y después de leer, con entusiasmo, le señaló a Copihue: “Me gustan, son muy buenos, tienes talento, debemos hacer un libro, para que conozcan tu trabajo”.  Copihue pensó que su amigo sólo quería ser amable con ella, pero él insistió.  Le habló, con tono protector: “ Te lo digo, seriamente, Copihue; tú no te preocupes,  déjame todo a mí.  Haremos un libro y, luego, lo presentaremos”.  Copihue dudaba, pero la  felina seguridad de GG terminó por convencerla.  Así, animosos ambos, se entregaron, de lleno, a la tarea propuesta.  Copihue dictaba, afinando detalles de los escritos,  a las verdes hojas de la enredadera, que grababan  sin descanso y gran dedicación; GG, por su parte, hacía tratos con el viejo gato gruñón, que vivía en la imprenta; con el ratón relamido, que custodiaba el papel, y que, para  su generosa suerte, lucía poco comestible ante los ojos  de  GG.  Del mismo modo, se dedicó a repartir invitaciones, las cuales entregó,  entornando los ojos y aguantando el deseo de sacar sus garritas, a todas las mariposas que vio pasar, tanto diurnas, como nocturnas; a todos los pajaritos que volaban por el lugar, a los ratoncitos que,  incrédulos, lo veían tan cordial, en fin, que  en esta ocasión, como se trataba del público que asistiría a la presentación del libro, de su amiga, GG, decidió, a contrapelo, perdonarles la vida.  Igualmente, a pesar de que los perros no eran, precisamente, sus amigos, desde los techos dejó caer invitaciones en los patios, que sabía, custodiados por algún can.
Como si se hubiera tratado de una de sus partidas de ajedrez, GG movió las piezas, del tablero de la vida, en forma muy exacta y precisa. En consecuencia, todo marchó sobre ruedas y, en breve tiempo, el resplandeciente  libro de Copihue estuvo listo, para poder programar su presentación oficial, que fue fijada para el séptimo día, de un mes otoñal, a la media noche, para GG, la  hora ideal.  Llegó el día del evento y, cobijados por la luna, a  los pies de la enredadera, se reunieron todos los invitados y GG, con suma elegancia, presentó a su amiga que, más colorada que nunca, saludaba desde la amigable enredadera.  Luego GG, con gran cuidado, leyó los versos de Copihue que fueron recibidos, por la concurrida  audiencia, con aplausos, con sonrisas y expresiones positivas. GG, además, con un improvisado discurso aprovechó la ocasión, para animar a todos a escribir, a estudiar, a conocer y reconocer los talentos, a cultivarlos y exaltarlos.  También llamó al recuerdo, pidió que se hiciera presente para  los artistas olvidados, porque para GG, siempre ha sido importante el rescate del patrimonio artístico, intelectual, histórico y filosófico. Las palabras dichas por GG calaron, hondamente, en los invitados quienes, terminada la ceremonia, recibieron libros de regalo, los agradecimientos de Copihue y, sobre todo, se llevaron grabado, en sus almas, el sabio mensaje de GG en relación a valorar, siempre, la herencia que se nos ha legado como pueblo, como hijos y como hermanos.

FIN.