El
gato GG
Autora:
María Alejandra Vidal Bracho
Cuento
Publicado en Revista Co.incidir Octubre 2018
Todo estaba en orden en
la vida de GG. ¿No sabes quién es él? GG es un gato intelectual, escritor y
gánster. Es conocido en el pueblo como
GG. Una G por gato y la otra G, por gánster.
El apodo de gánster se lo ha ganado,
porque a él lo envuelve el misterio y la reflexión; le gusta dar largos paseos
por techos y calles y nada lo amilana, si siente la obligación de rescatar un texto ante la presunta
desgracia de ser destruido, abandonado u olvidado.
En esos casos si debe pelear, lo hace; si debe discutir, también; y
argumenta de tal forma, que nadie encuentra el modo de refutarlo. Él ama los libros, los conocimientos, la sabiduría y, de la
manera más especial, a su gran pasatiempo, el ajedrez. Cuando juega una partida se desafía a sí mismo
y, con coraje y decisión, se entrega a la batalla entre peones, alfiles,
caballos, torres, reyes y reinas. Él,
como una pieza más del tablero, se adentra en el juego analizando y calculando
sus gatunos movimientos para finalmente ganar.
Como cualquier felino es, por supuesto,
un gran cazador. Esto queda
demostrado, porque si mientras lee o escribe, alguna palabra intenta volar, él salta sobre ella y la atrapa para sí, con
sus garritas que retráctiles brotan desde sus acolchonadas manitos.
Bueno, como les
decía, todo estaba en orden en la vida
de GG hasta que un día en que paseaba,
como de costumbre, con su inseparable
libro bajo el brazo, vivió una experiencia muy singular. Se estaba trepando entre unos maceteros, en
un patio vecino, para alcanzar una artesanal escalera de madera cuando, de repente,
sus patitas quedaron enganchadas en una planta enredadera que se aferraba, con
pasión, a una malla de alambre.
Sorprendido, al sentirse atrapado, engrifó su lomo, pero al buscar con
la mirada una posible salida a su situación descubrió, entre las verdes hojas,
una flor con forma de campana, que llamó su atención. La flor lo miró y, con gran calma, le dijo: “No te asustes,
cálmate y podrás soltarte”. GG, que no
era muy dado a obedecer, en este caso, acató lo dicho y con gran cuidado desprendió
sus patas de la impremeditada trampa. — ¿Quién
eres? — preguntó GG — soy una flor — contestó ella — mi nombre es Copihue — y…
¿vives aquí? — indagó GG — sí…he vivido en este lugar toda mi vida.
No puedo existir fuera de este sitio, me gusta, este es mi mundo. Aquí me deleitan los rayos del sol, me
refrescan las gotas de lluvia y la brisa mece mi cuerpo constantemente, además,
mis tallos son mi vía de nutrición que
es provista, directamente, desde la tierra—.
GG miraba con curiosidad, para él la
libertad, era todo; no concebía la vida sin este importante ingrediente y sólo
pensar en un ser que viviera atado a un lugar, sin intentar salir de ahí y sin
reclamar por ello, le sorprendía.
Como su nueva amiga no
saldría de paseo, optó por visitarla lo más asiduamente posible. A él le parecía curioso, observar el mundo
desde la perspectiva que permitía la herbácea morada. Se quedaba, por largos tramos de tiempo,
quieto, junto a Copihue, intentando
imitar esta forma de vida, pero se le hacía muy difícil; su gran deseo de
brincar sobre otras superficies, de ir por aventuras, de treparse en todos
lados, se erguía inclaudicable en su gatuno corazón. A pesar de todo su sentir
él, con generosidad, acudía responsablemente a las citas que prometía a su
amiga quien, siempre tranquila, pendía de
la verde enredadera. Copihue, secretamente,
de igual forma, amaba las palabras; las lecturas de poemas, de cuentos, de
novelas y como su amigo era experto, se
animó, un día, a pedirle que leyera para ella.
—Por favor lee en voz alta para
mí; te lo voy a agradecer, porque nadie lo hace. ¿Quién va a creer que una flor quiere
escuchar un poema, o soñar, con la lectura de una novela?— A GG le pareció razonable, porque pensó que,
en realidad, siendo él un gato, amaba las bibliotecas, las librerías, el olor
de los libros, de cada una de sus
páginas, algunas tan hojeadas y otras
casi olvidadas. Entonces, muy contento,
decidió acceder a la petición de su amiga y, por lo tanto, en cada reunión él
leía para ella y, además, le contaba sobre la vida de algunos escritores; tema
en el que era, todo, un erudito.
Un día Copihue le solicitó a GG, que buscara, con cuidado, entre las hojas más
escondidas de la enredadera. GG, como
buen gato curioso, aceptó de inmediato.
Olfateo, con sigilo, en el lugar que le indicaba Copihue y, de pronto, descubrió un conjunto de hojas, que contenían versos grabados. — ¿Qué
es esto? — preguntó, sorprendido, GG — yo los dicté — contestó Copihue — son míos,
mis compañeras hojas los graban, mientras yo los
creo, porque los consideran bellos
—. GG inició la lectura
sobre las verdes hojas y después de leer, con entusiasmo, le señaló a Copihue: “Me
gustan, son muy buenos, tienes talento, debemos hacer un libro, para que
conozcan tu trabajo”. Copihue pensó que
su amigo sólo quería ser amable con ella, pero él insistió. Le habló, con tono protector: “ Te lo digo,
seriamente, Copihue; tú no te preocupes, déjame todo a mí. Haremos un libro y, luego, lo presentaremos”. Copihue dudaba, pero la felina seguridad de GG terminó por
convencerla. Así, animosos ambos, se
entregaron, de lleno, a la tarea propuesta.
Copihue dictaba, afinando detalles de los escritos, a las verdes hojas de la enredadera, que grababan
sin descanso y gran dedicación; GG, por
su parte, hacía tratos con el viejo gato gruñón, que vivía en la imprenta; con
el ratón relamido, que custodiaba el papel, y que, para su generosa suerte, lucía poco comestible ante
los ojos de GG. Del
mismo modo, se dedicó a repartir invitaciones, las cuales entregó, entornando los ojos y aguantando el deseo de
sacar sus garritas, a todas las mariposas que vio pasar, tanto diurnas, como
nocturnas; a todos los pajaritos que volaban por el lugar, a los ratoncitos que,
incrédulos, lo veían tan cordial, en
fin, que en esta ocasión, como se
trataba del público que asistiría a la presentación del libro, de su amiga, GG,
decidió, a contrapelo, perdonarles la vida.
Igualmente, a pesar de que los perros no eran, precisamente, sus amigos,
desde los techos dejó caer invitaciones en los patios, que sabía, custodiados
por algún can.
Como si se hubiera
tratado de una de sus partidas de ajedrez, GG movió las piezas, del tablero de
la vida, en forma muy exacta y precisa. En consecuencia, todo marchó sobre
ruedas y, en breve tiempo, el resplandeciente libro de Copihue estuvo listo, para poder
programar su presentación oficial, que fue fijada para el séptimo día, de un
mes otoñal, a la media noche, para GG, la hora ideal.
Llegó el día del evento y, cobijados por la luna, a los pies de la enredadera, se reunieron todos
los invitados y GG, con suma elegancia, presentó a su amiga que, más colorada
que nunca, saludaba desde la amigable enredadera. Luego GG, con gran cuidado, leyó los versos
de Copihue que fueron recibidos, por la concurrida audiencia, con aplausos, con sonrisas y
expresiones positivas. GG, además, con un improvisado discurso aprovechó la
ocasión, para animar a todos a escribir, a estudiar, a conocer y reconocer los talentos,
a cultivarlos y exaltarlos. También llamó
al recuerdo, pidió que se hiciera presente para
los artistas olvidados, porque para GG, siempre ha sido importante el
rescate del patrimonio artístico, intelectual, histórico y filosófico. Las
palabras dichas por GG calaron, hondamente, en los invitados quienes, terminada
la ceremonia, recibieron libros de regalo, los agradecimientos de Copihue y,
sobre todo, se llevaron grabado, en sus almas, el sabio mensaje de GG en
relación a valorar, siempre, la herencia que se nos ha legado como pueblo, como
hijos y como hermanos.
FIN.