La escalera
(Autora: María Alejandra Vidal Bracho) Cuento publicado en Revista Co.incidir No.62 Abril 2019
Una pequeña abeja que volaba, como de costumbre, buscando sabrosas flores para alimentarse llegó, por sincronía, a un bello jardín de una casa igualmente bella. Dentro de esa casa vivían dos Hadas que producían y vendían, los artículos más mágicos que la ilusión pudiera crear. La abejita observó por una gran ventana, con intensa curiosidad, hacia el interior y así descubrió la existencia de una pequeña escalera, con forma de caracol, que subía hacia cualquier lugar imaginado. La escalera estaba fabricada de un material muy sólido, capaz de sostener las pisadas de los más grandes sueños y anhelos. La abejita, enamorada de la escalera, decidió zumbar frente a la puerta, para conocer a las Hadas y adquirir, de algún modo, tan lindo objeto. Después de tres zumbidos, abrió una de las Hadas que lucía las acostumbradas alas transparentes y una barita mágica en la mano. —“Buenos días”— dijo la abejita— “me interesa comprar la pequeña escalera que lleva a todos los sitios elevados”— “bien”— contestó el Hada—“lo primero que debemos saber es si estás dispuesta a llevar junto a tus propios sueños y deseos, los de los demás también. La escalera te elevará, sin límites, hasta dónde tú quieras, pero la condición es que lleves contigo anhelos ajenos a ti, que sean beneficiosos para todos los involucrados”. La abejita pensó, durante un breve momento, y dijo: “mi trabajo siempre ha sido procurar entregar dulzura a todos. Extraigo lo mejor de las flores, sin hacer daño, y luego en una sofisticada colmena uno mi faena a la de mis compañeras. Durante mis días, sólo trabajo, me alimento, descanso y disfruto de los bellos paisajes, mientras sobrevuelo cada lugar. Creo saber lo que significa el bien común; intento vivir para hacer felices a todos”.
El Hada leyó, en la mirada de la tierna abejita, que cada palabra estaba impregnada de dulce bondad. Tomó la pequeña escalera, la envolvió en un mágico papel que la tornó sumamente liviana, ingravida y se la entregó a la abejita diciendo: “es tuya, te la has ganado; nadie como tú para darle el mejor de los usos; con tu ternura, ya has pagado por ella”. La abejita, muy emocionada, acarició el paquete con sus alas, y con sumo agradecimiento, se despidió del Hada con unos armoniosos zumbidos de alegría. Tomó entre sus patitas el obsequio y elevó el vuelo, muy contenta, rumbo a su colmena, ansiosa de contar lo vivido a sus compañeras y compartir con ellas los peldaños de la mágica escalera.
Fin