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domingo, 24 de junio de 2018

La Taza y el Colador








La Taza y el Colador (a Blanquita)
(Cuento publicado en Rev.Co.incidir No.49 Marzo)





Una gentil princesa alada, tenía una vivienda alquilada a una familia gitana que recorría el mundo leyendo presagios en las palmas de las manos, ofertando productos diversos y adornando, distintas ciudades y pueblos, con sus exóticos vestidos ágiles y coloreados. Durante mucho tiempo, la familia gitana vivió en la casa de la princesa alada, pero un día los planes cambiaron, porque nuevos caminos llamaron a los pies gitanos y éstos se apresuraron en cumplir, con ligereza, la orden que dictaba el llamado. Resueltos activaron a sus dueños y así las maletas y bolsos fueron llenados, los camastros resignados fueron desarmados y, rápido sobre el lomo de una noble camioneta, el hogar aventurero fue subido con ilusión y paciencia. 

La princesa alada se enteró de los nuevos planes que tenían los gitanos y decidió volar hasta ellos para despedirse y, a decir verdad, también pensaba en cómo podría atesorar algo de ellos. Al encontrarlos, después del saludo, les indicó su interés en custodiarlos, desde el aire, a modo de despedida, por un tramo del camino. La madre gitana encantada aceptó, pero, de pronto, leyó el pensamiento de la princesa y, debido a esto, le preguntó: ¿Tú quieres conservar algún recuerdo?— Sorprendida la princesa alada, al ser telepáticamente descubierta en sus cavilaciones, contestó con su silencio. — No te preocupes— agregó la gitana— como un ave, planea sobre nuestras cosas y hasta tus alas volarán dos objetos que contigo se quieran quedar—. Así lo hizo la princesa; sobrevoló la camioneta y, de súbito, una linda pequeña taza azul voló hasta ella y la siguió un aguerrido colador, muy amigo de la taza. —Son de tu propiedad ahora —dijo la gitana—por algún motivo, deben permanecer contigo—. Agradecida, la princesa alada, cobijó estos regalos, con delicadeza, bajo sus alas y se despidió de la familia, alzando el vuelo de retorno a su morada. Ya en casa, junto a sus fieles utensilios de cocina, procedió a dar un lugar apropiado a los nuevos integrantes, que fueron muy bien recibidos por todos sus pares.

Meses más tarde, cuando llegó el verano, desde el sur, una amiga de la princesa alada, viajó para visitarla por siete días. Durante su estadía, la sureña visitante, buscó, todo el tiempo, a la primorosa taza como fiel compañera de infusiones y bebidas. Tanto fue su gusto por la pequeña taza azul, que en el momento del adiós, la princesa alada, con gran cariño, decidió regalársela, a su amiga tan querida. —Yo conservaré sólo el colador— le dijo la princesa alada, como un recuerdo de la familia gitana y su festiva magia—. 

El colador se despidió igualmente de la taza azul y prometieron cuidar cada uno a la familia a la que ahora pertenecían, desplegando en el aire del día a día, toda la ventura y el misterio que envuelve a la vida, ya sea en átomos que vibran conformando una valiosa obra de arte, una joya, una planta, una flor o quizás algo tan sencillo y tan simple como lo son: una taza y un colador.

FIN



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