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domingo, 24 de junio de 2018

El anticuario






El Anticuario (cuento dedicado al profesor Julio Pedrol Kusanovic)

(Publicado en revista Co.incidir Junio 2018)

En una aldea, en la que conviven poderosos vientos, duendes de nieve y soles juguetones, vive también, en una enorme casa, un amable señor, que se ha auto impuesto, como misión en la vida, coleccionar y custodiar objetos antiguos. Estos artículos, al ser descubiertos y rescatados, se sienten agradecidos, seguros, apreciados y protegidos, porque añoran, profundamente, no ser destruidos. Debido al temor que les acompaña, desde que han caído en el desuso, suelen permanecer ocultos o perdidos, pero este noble caballero, no sólo los encuentra y rescata, sino que también se dedica a mantenerlos en las mejores condiciones posibles, atesorándolos con solemne cariño.
Su casa, pródiga en habitaciones, en las cuales guarda y resguarda, con sigilo, sus preciadas antigüedades, cuenta además, con un gran ventanal, que él, igualmente, valora mucho, porque le permite, a su sensible alma, como en un incasable rotativo de cine, ver y disfrutar del espectáculo de lunas y soles interminables, que vienen y van. Estas Lunas y Soles se lucen y pasean entre nubes oscuras o arreboladas, copas de árboles, y estrellas titilantes. Frente a esta fantástica pantalla, con su imaginación, él se eleva hasta el amable vuelo de las aves del lugar y, desde ahí, juega a adivinar en qué momento, verá brillar, unos curiosos ojitos gatunos, que le acompañan en su andar y que alumbran, con su gracia e inocencia el patio, cautivo, de esta casa tan vital. 
Él vive solo, pero recibe, con frecuencia, a diferentes viajeros que visitan el pueblo, quienes encuentran, en su hogar, una buena habitación, en la que pueden descansar del viaje y reponer fuerzas. Siempre, al cruzar el umbral de la entrada, todos los visitantes son, mágicamente, transportados a otras épocas, ante la visión de cada uno de los componentes del decorado, que impregnado de fuerza y de historia, parece desafiar a las coordenadas del tiempo.
En este especial escenario de vida, existe también, para este distinguido caballero, una colorida amiga mariposa, que le ha prometido visitarlo, al menos, una vez al mes y, de hecho, así lo hace. Debido a esto, él con gran gentileza y entusiasmo, por alimentarla y atenderla, cultiva para ella un primoroso, pequeño jardín en el que su amiga mariposa, cada vez que lo visita, liba, con frenesí, el néctar de las bellas flores, tan devotamente cuidadas. El día del encuentro, para poder compartir con ella, él come en una mesa que arrima al gran ventanal, abierto hacia el colorido y aromático huerto floral y así ambos comparten, mesa, vista y merienda por igual. 
Conversan siempre sobre profundos temas, concernientes a: la existencia y la magia de la vida. El es un gran romántico, enamorado de la historia tanto de la Universal, como de la que le ha tocado vivir, en forma personal, la cual, muchas veces, ha sido un poco enérgica, pero sin embargo, a pesar de este hecho, él no guarda rencores. Muy por el contrario, tiene un primoroso corazón y, al resguardo de la poesía, recuerda con amor y comprensión, a cada ser que ha pasado por su vida. 
En relación a su oficio de anticuario siempre le dice a su amiga: “sabes mariposa… de cada uno de estos objetos, extraigo fuerzas. Los tomo, pienso en cuántas manos los habrán tocado, qué historias habrán protagonizado, cuánta vida guardan. Cierro los ojos y siento el poder que contienen. Los rescato para que, algún día, otros aprecien su belleza, la magia de los cambios está reflejada aquí. Mira, estas copas, estas piedras; estas llaves, que quizás qué puertas abrieron o cerraron, quién sabe. Estas cajas, pero observa qué tallados, toca ésta madera. Ves…¿lo puedes palpar? El “ahora” se hace presente, como eterno. De seguro, estamos abriendo portales, que no vemos, pero nuestros espíritus se nutren de ellos. La vida es magia, pura magia, misterio sin fin”.
La mariposa, admira mucho a su amigo, y lo escucha con suma atención. Ella misma, sabe que todo lo que él le cuenta, en íntima confidencia, por supuesto, es una gran verdad. Posada sobre la mesa, la mariposa mueve sus coquetas alas, mientras sus curiosos ojos contemplan, a este singular anfitrión, siempre hipnotizado por los objetos que lo rodean agradecidos, de ser tan respetados y valorados por él. Al momento del adiós el diálogo, entre ellos, siempre es el mismo. Ella dice: “bien… ya he venido a verte. Prometo volver, dentro de un mes” — “seguro…”— inquiere él—. “Por supuesto” — responde ella— “volveré”. Luego, alza el vuelo, da un matizado giro, para envolver a su amigo en un círculo de despedida y se aleja, volando hacia el cielo azul, mientras él contempla como ella se pierde, para sus ojos terrestres, entre árboles y nubes, en el espacio infinito. 
Los anticuarios, son seres que resguardan y protegen las raíces que nos dan identidad, más allá de límites fronterizos, como habitantes de la tierra; porque los viajes de las personas del pasado, han mezclado costumbres, conceptos y artículos, desde siempre. Las huellas que otros han dejado, muchas veces, quedan reflejadas en cosas que se han salvado de la destrucción y, por qué no decirlo, hasta del desprecio, generado por la presencia de lo nuevo. Todos deberíamos ser, conscientes del legado y apreciar así, los tesoros heredados, por nuestros ancestros, que son nosotros mismos. Ellos viven en cada una de nuestras células y conservar sus recuerdos materiales, quizás entregándolos a sabias manos custodias que los protejan, puede ser una buena idea, para mantener viva la historia que nos sustenta.
Fin

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