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sábado, 30 de junio de 2018

Un mate para el ovejero




Un mate para el ovejero


Autora: María Alejandra Vidal Bracho/ Primer lugar concurso literario Dibam
“Conversemos nuestro patrimonio” año 2017



Te invito a que conversemos; a que vayas a mi lado por un rato en la huella, junto a mis perros Valiente y Black, a mi caballo Santiago y a estas fieles ovejas que me permiten guiarlas, desde hace ya muchos años atrás. 
Mi nombre es Abel Oyarzún y muy orgulloso, te puedo contar, que debo mi existencia, a las talentosas manos creadoras del escultor Germán Montero Carvallo. Hombre joven y soñador, igual a muchos otros, que veo cada día caminar por esta avenida en Punta Arenas. Todos los que pasan por aquí, me acompañan, aunque sea por breves segundos, en este recorrido infinito en que me encuentro. Soy ovejero, un hombre que se dedica al cuidado de estas maravillosas criaturas peludas, que en alguna pronta esquila, entregarán su lana, como un tesoro, destinado al abrigo de otros cuerpos y más tarde hasta su propia vida en pos de otra vida. En esta tarea, mis leales compañeros de trabajo son estos incansables perros, que ya te nombré, Valiente y Black. Sin ellos no podría llevar a cabo la faena. Ellos son mis ojos, mis pies, mis manos, mi juventud y valentía. También está Santiago, que con su nombre de urbe grande, me lleva sobre sus nobles huesos cuando el cansancio, algún dolor o herida, guiña en forma insolente. Todos nos cuidamos y defendemos mutuamente, somos una familia. Mi vida, en este bello suelo helado, es simple, pero no es fácil. La tierra magallánica, con su hipnótica magia, obliga a ser recio, fuerte, atrevido; desafiante al viento, a la nieve y la escarcha. Yo enfrento, cada día, este desafío y cuido de las ovejas con dedicación y esmero. Me duelen sus llagas, sufro si alguna se enferma y valoro en ellas su quietud, su inocencia y fortaleza. La verdad, es que me siento más que un monumento al ovejero. Me considero un faro en la Avenida Manuel Bulnes. Soy un viajero eterno, que junto a mis animales, he detenido las horas, para vivir en un espacio sin tiempo, ni dueño; y estoy presente y ausente a la vez. Soy un ícono del trabajo magallánico, que se envuelve en piel curtida por el clima indomable y mira con ojos cegados por el reflejo del sol sobre la nieve. Nunca pensó Germán Montero Carvallo, mientras me modelaba, en que a través de sus manos, se producía el milagro de la inmortalidad y la atemporalidad. 
No me extiendo más con palabras, no existen las adecuadas para describir el inefable amor que tengo por mi vida, mi trabajo, y mi tierra austral; por esta Patagonia bendita y fraguada en pasión de hielo y fuego de almas. ¿Sabes? Sólo un encargo, antes de la despedida. La próxima ocasión en que pases por aquí, por favor, trae un termo con agua caliente y trae yerba, porque tengo, hace tanto tiempo, demasiado tiempo, muchas ganas de tomar un mate, y ojalá, uno con “punta”, para el frío.

domingo, 24 de junio de 2018

A quien corresponda (nota diario El Pinguino)


Un mate para el ovejero (Dibam)


El anticuario






El Anticuario (cuento dedicado al profesor Julio Pedrol Kusanovic)

(Publicado en revista Co.incidir Junio 2018)

En una aldea, en la que conviven poderosos vientos, duendes de nieve y soles juguetones, vive también, en una enorme casa, un amable señor, que se ha auto impuesto, como misión en la vida, coleccionar y custodiar objetos antiguos. Estos artículos, al ser descubiertos y rescatados, se sienten agradecidos, seguros, apreciados y protegidos, porque añoran, profundamente, no ser destruidos. Debido al temor que les acompaña, desde que han caído en el desuso, suelen permanecer ocultos o perdidos, pero este noble caballero, no sólo los encuentra y rescata, sino que también se dedica a mantenerlos en las mejores condiciones posibles, atesorándolos con solemne cariño.
Su casa, pródiga en habitaciones, en las cuales guarda y resguarda, con sigilo, sus preciadas antigüedades, cuenta además, con un gran ventanal, que él, igualmente, valora mucho, porque le permite, a su sensible alma, como en un incasable rotativo de cine, ver y disfrutar del espectáculo de lunas y soles interminables, que vienen y van. Estas Lunas y Soles se lucen y pasean entre nubes oscuras o arreboladas, copas de árboles, y estrellas titilantes. Frente a esta fantástica pantalla, con su imaginación, él se eleva hasta el amable vuelo de las aves del lugar y, desde ahí, juega a adivinar en qué momento, verá brillar, unos curiosos ojitos gatunos, que le acompañan en su andar y que alumbran, con su gracia e inocencia el patio, cautivo, de esta casa tan vital. 
Él vive solo, pero recibe, con frecuencia, a diferentes viajeros que visitan el pueblo, quienes encuentran, en su hogar, una buena habitación, en la que pueden descansar del viaje y reponer fuerzas. Siempre, al cruzar el umbral de la entrada, todos los visitantes son, mágicamente, transportados a otras épocas, ante la visión de cada uno de los componentes del decorado, que impregnado de fuerza y de historia, parece desafiar a las coordenadas del tiempo.
En este especial escenario de vida, existe también, para este distinguido caballero, una colorida amiga mariposa, que le ha prometido visitarlo, al menos, una vez al mes y, de hecho, así lo hace. Debido a esto, él con gran gentileza y entusiasmo, por alimentarla y atenderla, cultiva para ella un primoroso, pequeño jardín en el que su amiga mariposa, cada vez que lo visita, liba, con frenesí, el néctar de las bellas flores, tan devotamente cuidadas. El día del encuentro, para poder compartir con ella, él come en una mesa que arrima al gran ventanal, abierto hacia el colorido y aromático huerto floral y así ambos comparten, mesa, vista y merienda por igual. 
Conversan siempre sobre profundos temas, concernientes a: la existencia y la magia de la vida. El es un gran romántico, enamorado de la historia tanto de la Universal, como de la que le ha tocado vivir, en forma personal, la cual, muchas veces, ha sido un poco enérgica, pero sin embargo, a pesar de este hecho, él no guarda rencores. Muy por el contrario, tiene un primoroso corazón y, al resguardo de la poesía, recuerda con amor y comprensión, a cada ser que ha pasado por su vida. 
En relación a su oficio de anticuario siempre le dice a su amiga: “sabes mariposa… de cada uno de estos objetos, extraigo fuerzas. Los tomo, pienso en cuántas manos los habrán tocado, qué historias habrán protagonizado, cuánta vida guardan. Cierro los ojos y siento el poder que contienen. Los rescato para que, algún día, otros aprecien su belleza, la magia de los cambios está reflejada aquí. Mira, estas copas, estas piedras; estas llaves, que quizás qué puertas abrieron o cerraron, quién sabe. Estas cajas, pero observa qué tallados, toca ésta madera. Ves…¿lo puedes palpar? El “ahora” se hace presente, como eterno. De seguro, estamos abriendo portales, que no vemos, pero nuestros espíritus se nutren de ellos. La vida es magia, pura magia, misterio sin fin”.
La mariposa, admira mucho a su amigo, y lo escucha con suma atención. Ella misma, sabe que todo lo que él le cuenta, en íntima confidencia, por supuesto, es una gran verdad. Posada sobre la mesa, la mariposa mueve sus coquetas alas, mientras sus curiosos ojos contemplan, a este singular anfitrión, siempre hipnotizado por los objetos que lo rodean agradecidos, de ser tan respetados y valorados por él. Al momento del adiós el diálogo, entre ellos, siempre es el mismo. Ella dice: “bien… ya he venido a verte. Prometo volver, dentro de un mes” — “seguro…”— inquiere él—. “Por supuesto” — responde ella— “volveré”. Luego, alza el vuelo, da un matizado giro, para envolver a su amigo en un círculo de despedida y se aleja, volando hacia el cielo azul, mientras él contempla como ella se pierde, para sus ojos terrestres, entre árboles y nubes, en el espacio infinito. 
Los anticuarios, son seres que resguardan y protegen las raíces que nos dan identidad, más allá de límites fronterizos, como habitantes de la tierra; porque los viajes de las personas del pasado, han mezclado costumbres, conceptos y artículos, desde siempre. Las huellas que otros han dejado, muchas veces, quedan reflejadas en cosas que se han salvado de la destrucción y, por qué no decirlo, hasta del desprecio, generado por la presencia de lo nuevo. Todos deberíamos ser, conscientes del legado y apreciar así, los tesoros heredados, por nuestros ancestros, que son nosotros mismos. Ellos viven en cada una de nuestras células y conservar sus recuerdos materiales, quizás entregándolos a sabias manos custodias que los protejan, puede ser una buena idea, para mantener viva la historia que nos sustenta.
Fin

La belleza de la Porcelana





La belleza de la Porcelana

Autora: María Alejandra Vidal Bracho

Publicado por revista co.incidir Mayo 2018


Ataviada con un largo vestido, conservo una postura muy erguida. Un chal cae, con descuido, por mi espalda y un gran sombrero protege mi cabello; de seguro, voy hacia algún lugar, yo no lo sé. Llevo un pequeño ramo de flores en la mano izquierda y, al parecer, esquivo los rayos del sol, porque mantengo los ojos cerrados y el cuello en una torsión, que indica cierto placer o disgusto, tampoco lo sé. La verdad es que me cansa esta posición, pero se me ha encomendado vivir de este modo; y así, aquí de pie, sobre una pequeña alfombra tejida a crochet, en una delicada mesa, junto a un mullido sillón, transcurre mi vida.

No he visto el lugar en que me encuentro, ya les dije, tengo los ojos cerrados, pero sé que estoy rodeada de actividad. Cada día, escucho pasos humanos y también unos gatunos, muy suavecitos; siento ladridos de perros, distintas bocinas de autos, lluvias crepitando y el soplido del viento. Oigo voces, portadoras de noticias, que me indican que junto a mí viven personas dotadas de almas vibrantes, y enamoradas de su existencia. Yo, por mi parte, estoy consagrada a la belleza; adornar en el mundo, es mi trabajo y misión. 

Como, en este invariable estado de ser, tengo mucho tiempo para pensar y reflexionar, les puedo contar que: de tanto analizar, lo que puedo percibir, he descubierto la existencia de algunos seres, que viven igual que yo, o pretenden vivir igual que yo, es decir, dedicados a la belleza. El problema es que, también he descubierto que, a veces, a estos hombres y mujeres, con el afán de cumplir con los estereotipos de hermosura imperantes, no les importa el precio a pagar. Y así, por una figura delgada, son capaces de someterse a dietas de hambre; por conseguir músculos tonificados, hacer de un gimnasio su hogar, y para llevar atuendos de envidia, están dispuestos a quedar sin recursos o subsistir endeudados de por vida.

Yo, soy una ilusión, soy perfecta;una figura de porcelana, hechizada por su creador; no cambio, no envejezco, no engordo ni adelgazo. No se me cae el pelo y luzco pulcra todo el tiempo, porque soy una ficción. Pero igual, aunque no lo crean, esta apariencia me cansa y ¿quieren saber algo más?, de tanto verme ya no me ven, me he vuelto invisible para mis propios dueños, sólo algún visitante me descubre y, luego, si sus visitas se vuelven frecuentes, también desaparezco para éste. Finalmente, mi destino trazado igual se desvanece. 

Saben…si yo tuviera la oportunidad de vivir,en un cuerpo de carne y hueso, aprovecharía cada momento; no habría uno más valioso que otro, todos serían relevantes para mí. Disfrutaría de la comida sabrosa, de los pasteles, los guisos y las bebidas. Contemplaría, ilusionada, los atardeceres y cada amanecer, sería una fiesta para mí. Con agrado, me despediría de estas flores, prisioneras en mi mano, dejando que se sequen, para volverse semilla y abono de otras. Regalaría mi sombrero y este chal, a quien lo pudiera necesitar; me tendería sobre el pasto para mirar las nubes pasar. Viviría sin pensar en un mañana y cuando llegara el momento del adiós, abandonaría mi cuerpo,feliz de lograr perderme en el azul del cielo, en la humedad de la tierra y en el sonido del oleaje del mar. Me iría en paz y agradecida, por el privilegio, de haber tenido la sublime oportunidad de experimentar la magia de la auténtica vida, correr por mis venas.
La belleza de la porcelana es fría, efímera, inútil y distante; la belleza del alma es eterna, transmutadora y creadora de importantes realidades. Por ende, es la que se debe perseguir incansablemente; tan incansablemente, que hasta en el último aliento, exista el profundo deseo de alcanzarla y atraparla, ojalá, para siempre. Se los digo yo, que sé lo que es ser sólo bella, pero lamentablemente, desprovista de un alma cultivable y serena.

FIN


La Taza y el Colador








La Taza y el Colador (a Blanquita)
(Cuento publicado en Rev.Co.incidir No.49 Marzo)





Una gentil princesa alada, tenía una vivienda alquilada a una familia gitana que recorría el mundo leyendo presagios en las palmas de las manos, ofertando productos diversos y adornando, distintas ciudades y pueblos, con sus exóticos vestidos ágiles y coloreados. Durante mucho tiempo, la familia gitana vivió en la casa de la princesa alada, pero un día los planes cambiaron, porque nuevos caminos llamaron a los pies gitanos y éstos se apresuraron en cumplir, con ligereza, la orden que dictaba el llamado. Resueltos activaron a sus dueños y así las maletas y bolsos fueron llenados, los camastros resignados fueron desarmados y, rápido sobre el lomo de una noble camioneta, el hogar aventurero fue subido con ilusión y paciencia. 

La princesa alada se enteró de los nuevos planes que tenían los gitanos y decidió volar hasta ellos para despedirse y, a decir verdad, también pensaba en cómo podría atesorar algo de ellos. Al encontrarlos, después del saludo, les indicó su interés en custodiarlos, desde el aire, a modo de despedida, por un tramo del camino. La madre gitana encantada aceptó, pero, de pronto, leyó el pensamiento de la princesa y, debido a esto, le preguntó: ¿Tú quieres conservar algún recuerdo?— Sorprendida la princesa alada, al ser telepáticamente descubierta en sus cavilaciones, contestó con su silencio. — No te preocupes— agregó la gitana— como un ave, planea sobre nuestras cosas y hasta tus alas volarán dos objetos que contigo se quieran quedar—. Así lo hizo la princesa; sobrevoló la camioneta y, de súbito, una linda pequeña taza azul voló hasta ella y la siguió un aguerrido colador, muy amigo de la taza. —Son de tu propiedad ahora —dijo la gitana—por algún motivo, deben permanecer contigo—. Agradecida, la princesa alada, cobijó estos regalos, con delicadeza, bajo sus alas y se despidió de la familia, alzando el vuelo de retorno a su morada. Ya en casa, junto a sus fieles utensilios de cocina, procedió a dar un lugar apropiado a los nuevos integrantes, que fueron muy bien recibidos por todos sus pares.

Meses más tarde, cuando llegó el verano, desde el sur, una amiga de la princesa alada, viajó para visitarla por siete días. Durante su estadía, la sureña visitante, buscó, todo el tiempo, a la primorosa taza como fiel compañera de infusiones y bebidas. Tanto fue su gusto por la pequeña taza azul, que en el momento del adiós, la princesa alada, con gran cariño, decidió regalársela, a su amiga tan querida. —Yo conservaré sólo el colador— le dijo la princesa alada, como un recuerdo de la familia gitana y su festiva magia—. 

El colador se despidió igualmente de la taza azul y prometieron cuidar cada uno a la familia a la que ahora pertenecían, desplegando en el aire del día a día, toda la ventura y el misterio que envuelve a la vida, ya sea en átomos que vibran conformando una valiosa obra de arte, una joya, una planta, una flor o quizás algo tan sencillo y tan simple como lo son: una taza y un colador.

FIN



La pregunta es: de qué más puedo prescindir y no qué más puedo tener








La pregunta es:
de qué más puedo prescindir y no qué más puedo tener
Publicado en El Fortín del Estrecho (Magallanes)
Autora: María Alejandra Vidal

La existencia en este plano es efímera. En una ¨pestañada ¨transcurren minutos y días. Los cambios experimentados, nos provocan sensación de avance en el tiempo, pero en realidad es un presente eterno. Al dejar este nivel, al desencarnar, todo lo material se queda aquí. Si tenemos herederos nuestras adquisiciones, serán para ellos, si no los tenemos, de igual manera, pasarán a manos de otros, no sabremos de quién. Ese anillo que hoy nos enorgullece, ese auto modelo reciente, la casa ampliada hasta el infinito, nuestros más distinguidos atuendos, todo permanecerá en la tierra, junto a este cuerpo que, igualmente a pesar de todos los desvelos, se pulverizará poco a poco, sin remedio. En este escenario, cabe hacer un alto para tomar conciencia acerca de lo inútil que es desgastarse en esfuerzos, por conseguir más productos de los necesarios. Podríamos hacer reflexiones tan simples como: realmente, cuántos pares de zapatos requerimos, cuántos abrigos de invierno, cuántas habitaciones, cuántos equipos electrónicos, cuántas joyas. Qué tan relevante es llevar pegada y pagada una etiqueta que el mercado ha denominado como lujosa y exclusiva. Valdrá la pena, el desgaste emocional, energético y por consiguiente físico, que provoca este perpetuo deseo de más y más. Recordar que la palabra exclusivo significa: ¨que excluye o tiene fuerza y virtud para excluir¨, a quién se quiere excluir. Ante la muerte todos somos iguales, nadie llevará nada de lo materialmente conseguido.
Quizás, sería bueno, volvernos minimalistas en lo material, y por el contrario muy barrocos en lo inmaterial; en relación a disfrutar y embriagarse de la compañía de los amigos sinceros; de las puestas de sol, que mezclan colores magníficos. De los amaneceres repletos de ilusión. De las tardes de invierno en que nuestras manos envuelven, con avidez, tazas que contienen prometedores líquidos calientes. Del trino hipnotizante de los pájaros; de las miradas amorosas de nuestras mascotas. De preparar mermeladas caseras, a la antigua, lentamente; de esperar, con simpleza, a que se seque nuestra blusa o camisa predilecta. De llevar al sabio zapatero, un calzado que necesita remiendo. De comprar en el almacén del barrio y urdir, con palabras gastadas, una cálida conversación con quien nos atiende. De escribir, armados de lápiz y papel, una carta grandiosamente tierna. De escudriñar, cada noche, con mirada inocente entre las estrellas y mirar el reflejo del Sol sobre la Luna.
Y después de todo, decidir de corazón, que vamos a regalar los libros ya leídos, las tazas y platos elegantes que jamás usamos, la ropa olvidada, que agoniza en nuestro armario. Optar seriamente, por llevar equipaje liviano, dejar de juntar cosas por el placer engañoso de tener, porque no tenemos nada, todo está sólo prestado, por un período, un breve período que sí, rotundamente sí, tiene fecha de caducidad. Entonces la pregunta es: de qué más puedo prescindir y no, qué más puedo tener.




















sábado, 2 de junio de 2018

La Princesa rebelde sobre el parrón










La Princesa rebelde sobre el parrón
Autora:  María Alejandra Vidal Bracho
(Antología española Lágrimas de Poeta año 2017)

Una joven y  rebelde Princesa
es la dueña de un espacio
en que la magia anida.
Este sitio está ubicado
sobre un vetusto parrón
en  el cual ella se oculta,
cada vez que logra burlar a los adultos,
que componen su familia
y que, como incansables vigías,
custodian su incipiente camino,
con el fin de intentar evitar,
a su inmaduro pie,
el más mínimo tropiezo,
preludio quizás, de una caída.

En este  escondite perfecto
tanto ella como las cosas
se tornan invisibles, incorpóreas
imperceptibles a todo sentido.
Mientras permanece ahí
no  necesita inventar mentiras,
ni  debe pensar en huidas.

Igualmente en este lugar,
ella decide, volverse sorda
para  todo lo que no sea:
el  trino de los pájaros,
el  susurro de la brisa,
y  el crujir de sus dientes
masticando una golosina,
junto al sonido de  las burbujas
de su jugo predilecto
que también,
subió a escondidas.
Libros y revistas
fielmente  la  acompañan
en su singular estadía
y página tras página
la lectura la envuelve
entre  noticias y sabiduría.

Se siente muy  a salvo,
porque tiene la certeza
de que hasta allá arriba,
no trepan los dragones,
ni los fantasmas, ni las polillas,
ni  la alcanzan la miradas de  los ojos,
que  a pesar del amor,
a veces enjuician.
Tampoco llegan hasta ahí
las niñas presumidas,
esas, que no saben lo que es
llevar vergonzosas costras
en las rodillas heridas;
ni  los Príncipes imberbes
de gustos demasiado erráticos,
y que tan rápido olvidan.

Y así, sobre los sarmientos
y entre las uvas prendida
la bella Princesa rebelde
sólo lee, come, bebe
y disfruta, encantada de  la vida.