Desnudo
en medio de la Plaza
(Autora: María Alejandra Vidal Bracho)
2do. Lugar Nacional Concurso Dibam año 2016
Aquí
estoy. Desnudo y sentado en medio de la
Plaza de armas de Punta Arenas. No teman, no paso frío, mi cuerpo está
acostumbrado. Lo que sí siento son
constantes cosquillas, porque todos tienen una fijación con mi pie
derecho. Específicamente con mi dedo gordo. Lo tocan, lo aprietan, le hacen cariño, lo
besan, cuelgan a los niños en él; en fin, que está lustroso de tanto amor.
Llevo muchos años, quieto en este lugar, resistiendo, con entereza, además de
los cosquilleos del pie, los potentes vientos australes, la nieve y la
escarcha. A pesar del tiempo
transcurrido, mi pecho sigue amplio, los músculos vigorosos y armado de un
arco, en constante alerta, vigilo y protejo la ciudad.
Desde
este sitio he sido testigo de muchos acontecimientos. Como estoy cerca de la
Iglesia, veo a los novios que contraen matrimonio y también a los bebés que
bautizan. Generalmente, después de las
ceremonias, cruzan la calle para tomarse una foto conmigo. Si, por algún motivo,
están todos los pobladores contentos, vienen o “bajan”, a celebrar aquí, pero
si están enojados también se reúnen junto a mí, para levantar banderas de
protesta y dar gritos de guerra. Yo los comprendo y apoyo, porque son mi gente,
este es mi hogar, me interesa mucho lo que ocurre aquí. En secreto, he oído todo tipo de deseos,
mientras acarician y besan mi afamado y fotografiado dedo. Yo, con profunda
ternura, uno mi alma a estos anhelos.
Siempre
tengo compañía. Todos me hacen sentir muy querido y respetado. Agradezco de
corazón, el sincero cariño, que me demuestra, cada habitante y viajero. No cambiaría mi
vida por otra. Amo este lugar, aquí
nací. Soy parte de la majestuosa y valiente Patagonia. Mi sangre unida a la de muchos que vinieron
para quedarse, es la que me visita cada día. Es mi propia familia. Todos son
mis parientes, ninguno es extranjero para mí.
Ni siquiera los que vienen desde tierras lejanas, porque la raíz del ser
humano es una sola. Somos todos hermanos
y la tierra muy pequeña, para no compartir y amarnos.
Parar
terminar este breve relato, les voy a contar un secreto: si les gustó mi ciudad
y quedaron con ansias de un pronto reencuentro, coman un poco de calafate, vengan a la plaza a
besarme el dedo y yo les aseguro, sin la más mínima duda, que estarán muy
pronto, mágicamente de regreso.