Los
ojos no se cierran, se bajan los párpados
Autora: María Alejandra Vidal Bracho
Publicado en Revista Co.incidir 84 febrero 2021
Los ojos no se
cierran, se bajan los párpados; y así los parpados se bajan por el reflejo del
pestañeo, por el cansancio que lleva al sueño, o, por decisión propia. Esta última opción es la que muchas veces nos
lleva a una voluntaria inconsciencia consciente, porque estamos eligiendo, arbitrariamente,
bajar los párpados para no ver lo que no queremos ver, buscando utoengañarnos. Creo
que ya se entiende lo que quiero decir: obviamente existen muchas cosas,
situaciones, escenarios que no son de nuestro agrado y que, además, lograr
conseguir un cambio favorable, demanda de nuestro compromiso para que pueda
llevarse a cabo. El punto es, reitero,
que los ojos no se cierran, se bajan los párpados, pero lo que no queremos
enfrentar sigue ahí y no podemos tener los ojos eternamente cubiertos por estas
carnosas compuertas que hemos decidido bajar para evitar la responsabilidad.
Sé que no todos
estamos preparados, o contamos con las herramientas precisas para colaborar,
positivamente, en todo lo que se presenta en nuestro mundo, pero la toma de
consciencia ayuda, y mucho; porque aunque nuestra intervención directa sea
imposible, sí podemos auxiliar generando reflexiones, llamando la atención
hacia ciertos hechos, exponiendo el tema en nuestro círculo social, que la
información circule para que, quizás, alguien puedan ayudar; o, al menos, tomando medidas mínimas que
sumadas a las de otros, que han procedido de igual forma, provoquen poco a poco
una nueva y positiva situación.
Por otro lado,
en nuestro mundo interior, ese, en el que estamos solos y dialogando con
nosotros mismos, enjuiciando, decidiendo, midiendo, reclamando etc. también,
muchas veces, cerramos los ojos, a propósito, retardando decisiones que sabemos
que tendríamos que tomar, para abandonar ciertos caminos o iniciar nuevos; cada
uno de nosotros sabe qué le abruma, qué es lo que no quiere ver, qué le
incomoda. Pero hay otro factor que debemos recordar, tenerlo siempre presente y
es: el tiempo. No contamos con tiempo
infinito, el tiempo es infinito, pero a nosotros se nos concede utilizar sólo
un tramo restringido y además no sabemos de cuánto más disponemos; pueden ser
años, pero también pueden ser días, horas, minutos y ante esta verdad,
igualmente, nuestra primera reacción es cerrar los ojos, pero la certeza de la duración
delimitada de nuestra vida nos atrapará, lo queramos o no.
Por eso es mejor
bajar los párpados solamente movidos por la intención de dormir, por el pestañeo
y para soñar despiertos un mundo mejor tanto para nosotros, como para los
demás, pero que no se quede en ensoñación
sino que, más bien, sea una planear, que nos mueva a conseguir concretar
una diferente y mejor realidad.