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domingo, 7 de agosto de 2016

Una bella, tierna y dulce canción






Una bella, tierna y dulce canción

El alma de la música y el alma de las letras decidieron crear una canción.  Para ello, aportaría cada una con los mejores frutos de su huerto.  Por un lado la música se hizo presente en suaves acordes;  y por otro lado, las letras articuladas en  palabras, venían a su encuentro.  En profunda complicidad, el destino garantizaba la magia amorosa de esta creación.   Cada estrella ansiaba aportar con su luz, cada rayo de sol deseaba  entregar su calor y las manos finas de la luna, generosas esperaban para dar cuidado maternal a esta nueva hija del talento.  Todo era perfecto, el Cosmos protegía esta unión; las coordenadas indicaban el punto exacto de la cita predestinada para estas creadoras almas.  En este escenario, quién pensaría que algo podría fallar.  Pero falló.  En la génesis de la bendecida  obra, las palabras grabaron, a fuego, en sus esencias el sonido de las notas musicales; sin embargo, algo ocurrió cuando los hechos se buscaban y en un cisma, la música asustada huyó  y las palabras se partieron en incontables pedazos.  Fue algo triste, muy triste. Una vez más el tiempo jugó con las almas y en una indescifrable paz  transcurrieron muchos días. En medidas terrestres fueron meses, más de un año, quizás.
Durante ese tiempo, el alma de las palabras,  se dedicó a repararlas.  Las cuidó, a todas, con gran esmero, pegando, con delicadeza, uno a uno los trozos hasta que se curaron.  Después las guardó en un delicado sobre que, al cerrarlo, sello con un  beso diciéndoles: “adiós, hasta que volvamos a vernos”.
Cada día, el alma de las letras, sembraba con resignación, nuevas frases, mientras vivía la vida de todos, sin mayores penas ni alegrías, a excepción de la felicidad que sentía, cuando oía el gorjeo de las aves, que llegaban cotidianamente a posarse en el alfeizar de  su ventana.   Así las jornadas insistían en jugar a pasar.  Pero una mañana, no fue igual a las demás; el alma se estremeció al oír un canto diferente, eran acordes inesperados, porque en ese trino re-conoció la música que un día la abandonó.  No lo podía creer.  Ella pensó que jamás volvería a oír esa melodía.  El pájaro insistía en su bello canto una y otra vez.  El alma, emocionada, buscó el sobre que hospedaba a las cicatrizadas palabras y al abrirlo, ellas felices salieron volando al encuentro de la querida música.  Al encontrase, se abrazaron vibrantes, llenas de amor y anhelantes. Y ya juntas, por fin, felices elevaron el vuelo hacia el cielo infinito.  Volaron alto, muy alto.  Se perdieron de vista para los ojos humanos, convertidas ya, en lo que siempre debieron ser, una bella, tierna y dulce canción.

Fin