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domingo, 26 de junio de 2016

El jardín de Bartoldo









El jardín de Bartoldo

Autora:  María Alejandra Vidal Bracho
Publicado en Revista Co.incidir 15 Mayo 2015



¿Conoces a Bartoldo, el jardinero?  Te contaré sobre él: Bartoldo es dueño de un hermoso Jardín, el cual cultiva con gran devoción y esmero. Hace pocos días, al iniciar como cada mañana, a la misma hora acostumbrada, su diaria rutina de amor y cuidados hacia sus diferentes flores y plantas, con gran asombro descubrió  que, éstas, aún dormían.  A pesar de la maternal luz matutina, garantizada por el Sol, ninguna despertaba.  Además, los tonos de sus pétalos se habían desteñido dramáticamente; algunas hojas se habían secado, los tallos casi no se sostenían en pie y al intentar animarlos, se quejaban de dolor. Bartoldo pensó que era una pesadilla, pero no.  Era verdad.   Él se sentía angustiado y quería conocer el motivo de este extraño y triste fenómeno. Era urgente encontrar la forma de corregir  lo que ocurría.  En este escenario se esforzó por retomar la calma y pensó: “todo problema lleva en su ser la solución, sólo debo enfocarme en encontrarla”.  Buscó así  su “Libro Encantado”,  el cual custodia toda la información que puede alguien requerir.   Con fe comenzó la investigación.  Su primera idea fue conseguir una “Tarotista”.   Al instante,  apareció una lista de nombres y todos sus datos de búsqueda.   Se contactó, por teléfono, inmediatamente con una de ellas. Explicó su caso y en media hora estaba en su hogar una linda tarotista llamada Petunia.  Después de unos minutos de atenta conversación, a Bartoldo, no le quedó duda.  Ella era la persona indicada.  Petunia  extendió primero una exótica manta en el mismo Jardín.  Le pidió a Bartoldo que  barajara las cartas, que eligiera algunas  y los arcanos comenzaron a hablar.  Revelaron que efectivamente un conjuro afectaba al mimado huerto.  Para contrarrestar el hechizo, era necesario conseguir algunos elementos: dos anillos de oro, una flauta, botones de distintos colores, hilo dorado  y una gigantesca tela blanca.  Nuevamente las páginas del “Libro Encantado” fueron  fundamentales en este paso;  ya que al instante, ante sus ojos, las alternativas para contar con los artículos requeridos, desfilaban vistosamente ofreciendo su mejor propuesta.  Bartoldo pudo, de esta manera,  buscar los productos recorriendo, con mayor certeza, la ciudad en compañía de Petunia.   Adquirió  todo lo necesario para quitar el embrujo a su amado trozo de tierra.  Retornaban cuando de pronto...No!!!  El automóvil  comenzó a fallar y se detuvo.  A pesar de los intentos de Bartoldo, el vehículo se negó a seguir.  Bien como las fieles “Páginas del Libro Encantado” los habían acompañado en sus recientes trámites y compras, siendo ya parte de esta cruzada, nuevamente llegaron al rescate. Nuestros protagonistas buscaron de inmediato “Taxis”,  no cabía   tiempo de esperas para intentar arreglos mecánicos.  El dolor que estaba padeciendo el Jardín, era lo más importante de remediar, en el Universo del aquí y el ahora. No pasaron ni cinco minutos cuando un sonriente y amable caballero los llevaba rápidamente a casa.  Al llegar los ayudó con los paquetes y al  despedirse les deseo suerte y mucha magia.  Posteriormente, ante la extrañeza de Bartoldo y Petunia, el taxista giró sobre sí mismo y desapareció, junto con su auto.  Sin duda,  él también, estaba mágicamente aliado a ellos.  Petunia y Bartoldo,  sin hacerse cuestionamientos inútiles, sólo aceptaron creer en el asombro vivido y agradeciéndolo, se dirigieron presurosos, con presentes pasos, al jardín.
 
Petunia extendió la tela blanca y le hizo ojales en las orillas.  Cosió los coloridos botones a la tierra, alrededor del Jardín, utilizando el hilo dorado y luego abotonó el paño a la tierra.  Encima en el centro, justo donde daba el sol, puso los anillos muy juntos formando así un ocho, símbolo de lo infinito.  Luego, comenzó a bailar y a tocar la flauta;  la música era maravillosa y Bartoldo miraba asombrado y además esperanzado de volver a la normalidad.  De pronto, muchas nubes bajaron al jardín; se respiraba una tierna humedad y la tierra comenzó a sentir paz.  Bellos seres luminosos venían sentados en las nubes y a través de los anillos de oro, entraban bajo la tela para reparar cada planta y cada flor.  Mientras, todo esto acontecía, Petunia seguía bailando y tocando la flauta. Terminado el trabajo, se elevaron las nubes y junto a ellas los mágicos restauradores, que salían utilizando nuevamente los anillos por donde entraron. Al parecer, todo estaba listo. 
Bartoldo y Petunia ilusionados desabotonaron la tela de la tierra y delante de sus amorosas miradas estaba, para su alegría, de nuevo, el maravilloso Jardín.  Más esplendoroso que antes, todo había brotado nuevamente.  Además, al mismo tiempo, una semilla diferente fue sembrada también.  La milagrosa semilla  del amor verdadero, fue depositada en las esencias de las vidas  de  Petunia y Bartoldo.  

Entonces  gracias a un jardín, un hechizo  y las páginas de un Libro Encantado dos seres de la Tierra, se encontraron, se conocieron, se amaron  y así fueron felices, para siempre, en el Jardín del Ahora que significa, siempre.