El jardín de Bartoldo
Autora: María
Alejandra Vidal Bracho
Publicado en Revista Co.incidir 15 Mayo 2015
¿Conoces
a Bartoldo, el jardinero? Te contaré
sobre él: Bartoldo es dueño de un hermoso Jardín, el cual cultiva con gran
devoción y esmero. Hace pocos días, al iniciar como cada mañana, a la misma
hora acostumbrada, su diaria rutina de amor y cuidados hacia sus diferentes
flores y plantas, con gran asombro descubrió que, éstas, aún dormían. A pesar de la maternal luz matutina,
garantizada por el Sol, ninguna despertaba.
Además, los tonos de sus pétalos se habían desteñido dramáticamente;
algunas hojas se habían secado, los tallos casi no se sostenían en pie y al
intentar animarlos, se quejaban de dolor. Bartoldo pensó que era una pesadilla,
pero no. Era verdad. Él se sentía angustiado y quería conocer el
motivo de este extraño y triste fenómeno. Era urgente encontrar la forma de corregir
lo que ocurría. En este escenario se esforzó por retomar la
calma y pensó: “todo problema lleva en su ser la solución, sólo debo enfocarme
en encontrarla”. Buscó así su “Libro Encantado”, el cual custodia toda la información que puede
alguien requerir. Con fe comenzó la investigación. Su primera idea fue conseguir una “Tarotista”.
Al instante, apareció una lista de nombres y todos sus
datos de búsqueda. Se contactó, por
teléfono, inmediatamente con una de ellas. Explicó su caso y en media hora
estaba en su hogar una linda tarotista llamada Petunia. Después de unos minutos de atenta conversación,
a Bartoldo, no le quedó duda. Ella era
la persona indicada. Petunia extendió primero una exótica manta en el
mismo Jardín. Le pidió a Bartoldo
que barajara las cartas, que eligiera
algunas y los arcanos comenzaron a
hablar. Revelaron que efectivamente un
conjuro afectaba al mimado huerto. Para
contrarrestar el hechizo, era necesario conseguir algunos elementos: dos
anillos de oro, una flauta, botones de distintos colores, hilo dorado y una gigantesca tela blanca. Nuevamente las páginas del “Libro Encantado”
fueron fundamentales en este paso; ya que al instante, ante sus ojos, las alternativas
para contar con los artículos requeridos, desfilaban vistosamente ofreciendo su
mejor propuesta. Bartoldo pudo, de esta
manera, buscar los productos recorriendo,
con mayor certeza, la ciudad en compañía de Petunia. Adquirió
todo lo necesario para quitar el embrujo
a su amado trozo de tierra. Retornaban
cuando de pronto...No!!! El automóvil comenzó a fallar y se detuvo. A pesar de los intentos de Bartoldo, el vehículo
se negó a seguir. Bien como las fieles
“Páginas del Libro Encantado” los habían acompañado en sus recientes trámites y
compras, siendo ya parte de esta cruzada, nuevamente llegaron al rescate.
Nuestros protagonistas buscaron de inmediato “Taxis”, no cabía tiempo
de esperas para intentar arreglos mecánicos.
El dolor que estaba padeciendo el Jardín, era lo más importante de
remediar, en el Universo del aquí y el ahora. No pasaron ni cinco minutos
cuando un sonriente y amable caballero los llevaba rápidamente a casa. Al llegar los ayudó con los paquetes y
al despedirse les deseo suerte y mucha
magia. Posteriormente, ante la extrañeza
de Bartoldo y Petunia, el taxista giró sobre sí mismo y desapareció, junto con
su auto. Sin duda, él también, estaba mágicamente aliado a
ellos. Petunia y Bartoldo, sin hacerse cuestionamientos inútiles, sólo aceptaron
creer en el asombro vivido y agradeciéndolo, se dirigieron presurosos, con
presentes pasos, al jardín.
Petunia
extendió la tela blanca y le hizo ojales en las orillas. Cosió los coloridos botones a la tierra,
alrededor del Jardín, utilizando el hilo dorado y luego abotonó el paño a la
tierra. Encima en el centro, justo donde
daba el sol, puso los anillos muy juntos formando así un ocho, símbolo de lo
infinito. Luego, comenzó a bailar y a
tocar la flauta; la música era maravillosa
y Bartoldo miraba asombrado y además esperanzado de volver a la
normalidad. De pronto, muchas nubes
bajaron al jardín; se respiraba una tierna humedad y la tierra comenzó a sentir
paz. Bellos seres luminosos venían
sentados en las nubes y a través de los anillos de oro, entraban bajo la tela para
reparar cada planta y cada flor. Mientras,
todo esto acontecía, Petunia seguía bailando y tocando la flauta. Terminado el
trabajo, se elevaron las nubes y junto a ellas los mágicos restauradores, que salían
utilizando nuevamente los anillos por donde entraron. Al parecer, todo estaba
listo.
Bartoldo
y Petunia ilusionados desabotonaron la tela de la tierra y delante de sus
amorosas miradas estaba, para su alegría, de nuevo, el maravilloso Jardín. Más esplendoroso que antes, todo había
brotado nuevamente. Además, al mismo
tiempo, una semilla diferente fue sembrada también. La milagrosa semilla del amor verdadero, fue depositada en las esencias
de las vidas de Petunia y Bartoldo.
Entonces
gracias a un jardín, un hechizo y las páginas de un Libro Encantado dos seres
de la Tierra, se encontraron, se conocieron, se amaron y así fueron felices, para siempre, en el
Jardín del Ahora que significa, siempre.