La
percusión como arte musical
Autora
María Alejandra Vidal Bracho
Texto
dedicado a Omar Kattan (músico)
Aún existen cosas que
nos unen con lo más diáfano de nuestro ser,
con lo que realmente somos, con nuestra esencia; entre ellas,
indiscutiblemente, se pueden citar a los instrumentos de percusión; sobre todo a
los que se despiertan al contacto de nuestras palmas, ya que se produce un
sonido absolutamente primitivo, básico y puro. Bailar al ritmo de la percusión
es uno de nuestros primeros instintos, antes de caminar ya nos movemos al ritmo
de la música y buscamos la manera de percutir. Los tambores, las darbukas y
otros similares cuando están entre manos expertas, esas que vienen destinadas y
bendecidas para darles vida, entregan lo mejor de sí; encantando al cuerpo para
conducirlo por los caminos fascinantes de la danza y al espíritu para sumirlo
en el hipnótico trance que lo lleva a maravillarse con el sonido de la música,
mientras se suma inerme el corazón acompasando sus latidos. Los músicos que practican
este tipo de arte, la percusión, tienen la tarea de rescatar costumbres
ancestrales, valiosas; nos conectan con el pasado, mientras se hacen uno con el
instrumento y viajan por el tiempo para traernos sonidos de antaño. Ecos llenos de emoción y entrega, que están ahí,
a un golpe de palma, pero no a un golpe cualquiera, sino a un golpe sabio, que
seguramente ya había sido dado en otro momento.
Tal vez estas almas han regresado, desde otro espacio, otra época, debido
a que la música se rehúsa a perderlas, porque las ama, las aquilata y las
resguarda como lo que son: tesoros vivos.
Definitivamente,
tenemos mucho que agradecer a quienes dedican su tiempo, su vida y energía a la
música; sobre todo practicándola, en un formato tan humano, antiguo y sencillo,
pero no por ello carente de complejidad interpretativa, como lo es: la
percusión de tambores; muy por el
contrario, justamente es su naturalidad, en la forma, lo que exige al intérprete
contar un gran talento, que le permita lograr obtener estas melodías
cautivantes, talentosas que son, en realidad, pura vibración brotada,
generosamente, desde el fondo sublime de
su más tierno amor.