El
Mundo se ha enfermado
(cuento
dedicado a: Antonio Rodríguez)
Publicado en Revista Co.incidir Noviembre 2019
Autora:
María Alejandra Vidal Bracho
Acompañado
por los arcanos mayores del Tarot vive, entre cerros adornados por largas
escaleras y casas alegremente coloreadas, un maravilloso gato muy sabio. Él recibe, en su morada, a diferentes
visitantes que buscan consejo y consuelo en relación con distintos pesares, que
inquietan sus días. El gato, siempre escoltado por sus competentes amigos,
tiene una vida feliz y es muy respetado y amado. Él acostumbra iniciar sus días a una hora
temprana con un alegre desayuno, compartido, con los arcanos; luego en el
transcurso de la jornada acoge a los consultantes, que le solicitan sus
certeros servicios como adivino.
Cierto
día, que al parecer comenzaba igual a todos, la dama desnuda que vive en el
arcano llamado El Mundo no llegaba a desayunar; preocupado el gato fue hasta su
dormitorio, tocó la puerta con delicadeza y, como nadie respondía, la abrió con
gran suavidad y sigilo; fue entonces cuando descubrió que ella había despertado
muy enferma; fiebre, estornudos y tos la atormentaban. La doncella, con voz débil, le comentó al
gato que no se levantaría, a la vez, sus compañeros: el caballo, el león, el
ángel y el águila estaban muy angustiados y dijeron que, de su lado, no se
moverían, hasta verla restablecida. El
gato regresó a la mesa matutina e informó a los comensales acerca
de la carta indispuesta. La Estrella se sintió culpable, porque el día anterior
ella insistió en llevar al arcano, El Mundo, al río para que la ayude con los
cántaros de agua, pero el gato, de inmediato, la consoló y con sabiduría y amor
la liberó del remordimiento, explicándole que sólo era el destino, que todo era
por un bien mayor y que ya se develaría, con el tiempo, la enseñanza o el
porqué de esta situación. Por otro lado,
El Sol majestuoso junto a La Luna generosa convenían cómo ayudar en esta circunstancia;
finalmente decidieron que él le abrigaría los pies y ella, con sutileza,
refrescaría su frente. El Loco, por su parte, no sabía qué decir, como siempre,
sólo quería irse despreocupado por ahí, pero el cariño que sentía por su
compañera, lo hacía repensar la idea de salir; entonces decidió quedarse, por
si fuera necesario comprar algo y él, junto a su bolsa, se ofrecería, sin
demora, para ir por el encargo.
La
Fuerza encaramada en la portentosa Torre, que esta vez decidió estar superfirme,
se hacía presente preparando, en su
mente, frases positivas para animar más tarde a su amiga. La Papisa dejó de lado su lectura perpetua,
cerró su libro y buscó presurosa entre los de la enferma y, con suave tono de
voz, comenzó a leer en silencio, desde de su corazón al de ella. El Papa
también a este momento se unía, caminaba pensativo de un lado al otro,
ordenando y atrapando sus huidizas ideas, relativas a qué oraciones eran las
más certeras para invocar mejorías. El
Mago, mantenía la calma, en su ser sabía que todo marcharía bien, que nada malo
ocurriría, pero a la vez puso a disposición cada elemento de su mesa, por si
algo servía, para que la bella carta recuperara su salud y alegría. Los enamorados no se enteraban de lo que sucedía
porque, como siempre, estaban con sus miradas prendidas, sometidas al eterno
encantamiento del amor; pero en este caso de un sobresalto despertaron con el
ruido que hacía El Carro, al mando de su cochero, que esperaba solicito, por si
tuviera que ir por medicinas o llevar a alguien a toda prisa y entonces, ya
despabilados, se unieron a éste, como compañía.
El Diablo, generalmente asociado con la maldad, pensaba que él,
igualmente, podía aportar, porque según la posición que toma, no indica siempre
algún mal y en este caso él estaba dispuesto, con gusto, a ubicarse contiguo a
un arcano que anunciara junto a él bondad y así ser un buen presagio y no una
fatalidad.
La
Emperatriz y El Emperador, sumamente generosos, convinieron poner a disposición
una gran suma de dinero para poder internarla, si fuera necesario, en la mejor
clínica del lugar. El Ermitaño, siempre solitario,
rompió su aislamiento habitual y amablemente se ofreció para cocinar; preparó
sabrosa comida para todos, pero para el gato algo especial: un rico pescado
asado que le quedó colosal y para la enferma diseñó una dieta ligera y frugal. Por otro lado la Justicia equilibraba su
balanza pesando distintas hierbas medicinales, apropiadas para estos casos;
hierbas que la Templanza había recolectado en el patio de la casa, bajo la
mirada vigilante de La Muerte que con su temida guadaña las cortaba auxiliada
por los seres que viven trepados en la Rueda de la Fortuna, la cual giraba y
giraba más rápido que nunca, loca de afán por ayudar.
Los
integrantes del Juicio deliberaban, sin parar, sobre la ayuda que pudieran
brindar y finalmente decidieron apoyar todas las iniciativas, cooperando en lo
que fuera, con la mejor voluntad. Y El
Colgado, se preguntarán ustedes, ¿en qué colaboró él? Ya que su posición es
inamovible y definitiva, pues él animaba en su alma y en su mente, los mejores
deseos para que su amiga y compañera de baraja, se recuperara pronto; con su
imaginación creaba y creaba, sin descanso, para ella un nuevo estado sano y
vital.
Como
pueden apreciar cada arcano se comportó positivo, amoroso y cooperador. La enferma
atendida por sus amigos con tanta dulzura y amor salió pronto del estado
antónimo de la salud; luego de tres días se sintió mucho mejor, recuperada,
feliz y junto a sus compañeros: el caballo, el león, el ángel y el águila, la
armonía de El Mundo se restableció. El bello gato, dueño de casa, vio con regocijo
cómo la enfermedad, mágicamente, se retiró y comprobó una vez más que El Mundo
siempre mejora cuando todos se unen a su favor y así el hogar volvió a ser el de
siempre; un hogar en que habita un lindo gato sabio junto a veintidós amigos
llamados arcanos mayores, que viven en la magia y el misterio del Tarot.
FIN